'Girls'. Dos chicas ideales de la muerte, muy cucas, llamadas Tamy y Miri, estaban condenadas a encontrarse. Las dos son instagramers, infuencers, it girls. Hacen cosas cucas, comen cosas cucas y van siempre muy cucas. También, desde luego, hablan cuco. A Tamy y a Miri les une mucho. Les une, aparte de la cuquez, o cuquería o como quiera que se diga eso innato que tienen, la cocina. Cocina cuca y healthy, claro, pero cocina al fin. Les une la imagen, cuca, bien sea redes sociales bien sea televisión. Tamy y Miri son amiguis, que es una subcategoría de amigas. Ahora sabemos que Miri no es una concursante anónima, una cocinillas con aspiraciones cualquiera. Miri tiene una madrina de excepción. Miri ha entrado en uno de los lugares más inexpugnables del planeta, en el templo de los mil baños de mármol, seguramente. La hija de Isabel Preysler la invitó a su casa, y ella pasó toda la mañana al lado de los cocineros de mamá -y del Nobel, ahí es nada- aprendiendo truquis. Como una becaria agradecida de las que habla Jordi. Es decir, señores y señoras, que lo que está en juego en Masterchef, lo que se dirime esta vez, lo que concursa, es el secreto de la eterna juventud de la perla de Filipinas. Y Pepe ajeno a todo chupando gamba...

Récord. Los matrimonios son cosa de Guinness. Hay parejas que llevan 90 años unidas o que se han casado cien veces. Luego están los raros, los sospechosos, los chocantes, irreales, atípicos o desiguales, tipo Sara y el cubano, Karina y Terroba -Karina y el peluquero también- o los príncipes monegascos. Y por último están los breves: Kim Kardashian y un jugador de baloncesto que duraron un par de meses, unos saudíes que apenas aguantaron dos horas y desde luego Alberto Isla y Techi, ex de Chabelita y ex de Kiko respectivamente (que duraron un total de 21 días) o la propia Chabelita y un muchacho llamado Albalá, de los que se supo a la vez que se habían casado al sol de Cancún y que se divorciaban. Se les suma ahora el jinete. Escassi. No Cayetano, que es jinete también pero de sangre azulada. Y nobleza obliga. Un poco.

Psicofonías. Opina Bertín, cantante melódico de larga trayectoria pero que tampoco es Pavarotti, las cosas como son, sobre el gallo eurovisivo. El también presentador de éxito aconseja (sin entrar en el debate de los tonos de Cristian Castro, menos mal) optar por la mudez antes que por el cacareo. Lo que le pasa a Norberto, tengo para mí, es que se le ha quedado el miedo en el cuerpo desde que anduvo con Iker y Carmen. Le hicieron escuchar unas psicofonías, que en el hogar Jiménez-Porter es el hilo musical, pero que al andaluz le dieron yuyu, sobre todo la voz del padre Benito. Y por eso ahora, cuando suena algún ruido extraño, como el que hizo Manel, se va al campo corriendo. En busca de silencio.

Normal. Que Anita vuelva a lo grande, protagonizando portadas en triquini, es la cosa más normal del mundo. Que la revista justifique su elección por la repercusión social de aquel cuentecillo de Ana y los siete, no es normal. Que el mundo ponga en duda la naturalidad de las imágenes es normal. Que Alejandro Albalá -casi exmarido de Chabelita Pantoja como currículo, un recién llegado- le dispute el protagonismo, de igual a igual, a Ana, reina de los photocall, no es normal. Que se reúnan en la presentación en sociedad de la portada las Azúcar Moreno, Rosa Valenty o Marlene Mourreau es normal. Que no acuda ningún colega biólogo no es normal.

La mujer invisible. H.G. Wells construyó en El hombre invisible (1897) una parábola de los peligros éticos de la ciencia, una crítica soterrada del capitalismo y toda una metáfora del marginado, del fuera del sistema. Nuestro Jack Griffin particular en Honduras es Leticia Sabater aunque, en su caso, no haya más ciencia que la química del tinte del pelo. A Leti la parejita Gloria Camila-Kiko decide enterrarla en la arena. El hecho podría pasar como simple broma contra el aburrimiento isleño pero no. Oculta un experimento psico, socio, antropológico. Pasa uno y le preguntan por ella. Se encoge de hombros. Transcurren cuatro horas, cuatro largas horas. La vida sigue, los pajarillos cantan, las barracudas nadan. Todos andan de la ceca a la meca. Incluso Alba la modelo. Nadie se percata de su ausencia. Leticia Sabater es la mujer invisible. Por evitar spoilers e influir en un sentido u otro sobre la audiencia de Jorge Javier Vázquez, omitiremos aquí los detalles de cómo acaba el joven científico Griffin, pero ya se lo pueden imaginar. Con gabardina, sombrero, vendas y gafas oscuras. Pero nunca, en todos los siglos de vigencia del clásico de ciencia ficción, con salchipapa.