La deuda histórica con los esfuerzos y contribuciones al conocimiento colectivo que tienen firma de mujer alcanza a aquellas instituciones a las que se les presume la guía del virtuosismo. La anecdótica presencia de rostros femeninos bajo los solemnes focos que escoltan las distinciones universitarias deja constancia de ello. Pese a que en Galicia la proporción de mujeres en el conjunto del personal investigador y docente supera el 40%, su protagonismo cotidiano apenas logra eco entre los aplausos que, periódicamente, dedican los claustros universitarios a currículos y trayectorias relevantes. Solo seis mujeres, de un total de 123 personas, cuentan en los campus de la comunidad con el grado de doctor o doctora honoris causacon el que se reconocen currículos distinguidos en el campo de la investigación y la enseñanza o en actividades con importante repercusión en el terreno científico, artístico, cultural, tecnológico y social.

Desde que Carmela Arias y Díaz de Rábago, Condesa de Fenosa, inaugurase el recuento en 1991 después de que la Universidade da Coruña (UDC) decidiera reconocer "su protección, empeño y labor constante a favor de las ciencias, de las letras y de las artes", la lista apenas ha sumado cinco nombres más. Tras la designación en 1998 de la escritora brasileña Nélida Piñón, la única mujer entre las 74 personas investidas con este título en los cinco siglos de vida de la Universidade de Santiago (USC), hubo que esperar a la primera década del actual milenio para que se ampliara el corto inventario femenino: a María J. Wonenburger y Johanna E. Van Bruggen, en la institución coruñesa -donde hay 23 honoris causase unen Lynn Margulis y Erín Moure en su homóloga de Vigo, en la el que el total de personas con esta particular condecoración crece a 26.

La presidenta de la Asociación de Mulleres Investigadoras e Tecnólogas de Galicia, Ana Jesús López, defiende que la visibilización del rol que las mujeres desempeñan en la esfera pública, además de tratarse de una cuestión de "justicia", posee ventajas de trascedencia colectiva. Más que el premio a la valía de un trabajo individual o de una persona en concreto, apunta la doctora en Ciencias Físicas de la UDC, permite la construcción de espejos de dimensiones futuras: "Si queremos que haya más chicas que estudien una carrera de ciencias es necesario que tengan referentes". Sin una normalización que rompa los estereotipos que aun sostienen que "la ciencia y la tecnología son más propias de los hombres", añade López.

Aunque ambas investigadoras coinciden en señalar que las universidades tomaron medidas en este sentido, no niegan que los resultados aun son discretos. Eva Aguayo, coordinadora da Oficina de Igualdade de Xénero de la USC, tampoco trata de ocultarlo. Aunque la institución compostelana incluye entre sus objetivos de promoción de la equidad de género lograr el incremento del número de mujeres distinguidas a través de "honores e insignias", desde que en 2014 se aprobó el nuevo plan de igualdad de género, "no hubo propuestas de mujeres honoris causa".

Como remedio a la falta de eficacia, todas concuerdan en la necesidad de lograr una mayor implicación de la comunidad universitaria, aunque a distintos niveles. Mientras que Aguayo demanda la creación de comisiones de género en los centros para promover la reducción de esta "injusta" brecha de género, López pone el acento en la activación de la maquinaria de solidaridad femenina: "Quienes conocemos a mujeres referentes en nuestros ámbitos de investigación, tenemos que manifestarnos, presentar candidaturas y reclamar su reconocimiento".