Domingo 4

Festivaleras. Se hacen llamar territorio de nabos. Son un grupo de mujeres que se ha rebelado contra el patriarcado festivalero, contra la sobredosis de testosterona sobre los escenarios. Por ese pequeño resquicio que apenas entreabre la brecha de género musical amenaza con colarse, ya de vuelta al mundo civilizado -si entendemos el sarao de JorgeJa como mundo civilizado, que es mucho entendimiento- Leticia Sabater. Y perdona, bonita, pero no es lo mismo nabo que pepino. Vale que te intentaron echar los del festival del uranio norcoreano y casi te lo crees a pies juntillas. Pero mira, cuando las mujeres dicen que quieren escuchar a otras mujeres, artistas empoderadas, se refieren a otra cosa. No cuela que, como autora, nos vengas con que el pepinazo es la venganza de una mujer engañada (¿no querías caldo?, pues toma dos tazas, o dos pepinos en este caso, para un gazpacho cargado). Que ya sabemos que no eres feminista y sí polifacética, virgen renovada y apolítica y por eso te gusta tanto Trump. Y da igual que ahora, después de pasar tanta hambre, no tengas "ni culillo, ni tetillas" (sic). No va de eso, y además tú lo arreglas en un par de entradas y salidas del quirófano. Así que no cojamos el rábano, o el tubérculo que sea, por las hojas. Anda.

Lunes 5

'Influencers'. Ustedes ya saben que lo más es ser influencer y distinguen perfectamente quién es y quién no un verdadero instagramer estrella. Y tienen dominada la pronunciación, no tanto como la amigui cocinera de Tamara y la misma Tamara, pero casi. Pero no es requisito indispensable para serlo. Por ejemplo, Rosa Benito lo es sin saber decirlo ni de lejos. Tuvo su crisis con las redes sociales y las nuevas tecnologías, como todo gurú que se precie. Fue a principios de año y anunció que cerraba el chiringuito con una frase de Buda, porque también tiene su lado budista. No sé de qué se extrañan, Ya lo contó en GH VIP, que ella es cristianobudista y que medita mucho. Amador también lleva una vida zen, pero en Chipiona. Y medita menos las cosas. O nada.

Martes 6

Los bárbaros. Se llamó bárbaros a los pueblos que desde el siglo V invadieron el Imperio romano y se fueron extendiendo por Europa. Era, pues, un genérico, con un punto despectivo. Por lógica, a los habitantes de todos esos pueblos se les conocería como bárbaros, y a las mujeres, como bárbaras. Como sinónimo de extranjeros. Los demás usos del adjetivo ya son extensiones, modismos, traslaciones más o menos afortunadas. Bárbara en realidad no se llama Bárbara, ni lo es, a no ser que una se retrotraiga a la etimología griega del término. A los ojos de un romano, antiguo o actual, ciertamente lo sería, bárbara en tanto que extranjera, no por invasora o fiera. Porque, bien al contrario, lo que ella fue es domadora. De circo

Miércoles 7

La siesta. La siesta, quieras que no, es muy nuestra, como Kiko Rivera o la copla de su señora madre. Por ahí fuera, por esos mundos de dios, podrán no entenderlo, pero la siesta, encima, es sana como la nueva vida de Dinio García desde que la noche dejó de confundirle. Dicen los científicos que recompone el sistema inmune, es buena para el corazón, le pone a uno alegre como unas castañuelas y, al contrario de lo que muchos piensan, reduce la tendencia a la obesidad. Pues miel sobre hojuelas. Según una encuesta oficial, los murcianos, como Bárbara Rey, son los que más duermen la siesta cada día. Bárbara viene aquí al caso porque es murciana —lo mismo que viene al caso si de cacerías reales o cacerías surreales se vuelve a hablar—, no porque duerma mucho la siesta, dato del que no disponemos. Kiko no lo es, murciano, pero sí cultiva los usos y costumbres del sesteo. Este dato sí está contrastado: en una ocasión no llegó a un bolo porque se había echado en el hotel y no le sonó el despertador y ahora lo han inmortalizado los paparazzi a pierna suelta en una tumbona de Punta Cana. Defendiendo la causa siestera por el mundo. Él siempre.

Jueves 8

Mery. No es La Campa, ni Mari Jose. Es Mery. Como Cameron Díaz en Algo pasa con Mery, como Mery de Dinamarca, como la salsa de ajo y perejil. La de Ubrique -por Jesulín- es Mery en casa, Mery para los amigos. María José, con esta nueva identidad al menos, es una persona normal y corriente pero no exactamente normal y corriente. Una persona normal y corriente con unas circunstancias diferentes, o sea, no una persona normal y corriente o al menos no en las mismas circunstancias normales y corrientes que las personas normales y corrientes. Vamos, lo que viene siendo "transparente". De ahí de lo Mery. Supongo.

Viernes 9

Miami. Cuenta la leyenda que Juan Ponce de León se lanzó al océano y llegó a La Florida, a Miami, en pos de la "fuente de la eterna juventud". Es solo una fábula, un mito más (los historiadores dicen que Ponce de León tenía cosas mejores en las que pensar), pero algo tendrá Miami. Porque allí andaba Isabel Preysler. De la Preysler, cuando el cuché la da por desaparecida en más de tres o cuatro portadas seguidas, aseguran que reaparece después más lozana, más fresca, más rejuvenecida. Sea o no mito, leyenda, como la de la fuente, en esta ocasión estaba en Miami ejerciendo de madre y abuela. Allí coincidiría -otra leyenda más: Miami es amplio y privado, el que no quiere no se encuentra- con su ex, Julio Iglesias. El cantante anuncia -desde Miami- memorias. Algo "fuerte" y largo, porque él nunca ha sido ni Kojo ni corto. A veces, ha dicho en una entrevista, se levanta con 20 años y se acuesta con 50. Lo dicho, tiene que ser cosa de la fuente. Se ve que existe de verdad; está en Punta Gorda, sus habitantes aseguran que alarga la vida. El agua también es un pelín tóxica, ligeramente radiactiva. Pero no se puede tener todo. Ni en Miami.