Una de cada seis personas en el mundo sufrirá un ictus una vez a lo largo de su vida. Este dato sirve a la Federación Mundial de Neurología y a la Organización Mundial del Ictus como lema del Día del Cerebro, que se celebra el 22 de julio, y que este año está dedicado al ictus. Según datos de la Federación Gallega de Daño Cerebral (Fegadace), en Galicia se producen más de 6.000 altas hospitalarias anuales a causa de un accidente cerebrovascular (ACV). En la comunidad hay más de 35.000 personas con daño cerebral adquirido, (DCA) y casi el 80% de los casos están motivados por un ictus. Además, Fegadace recuerda que es la principal causa de mortalidad. Según la Fegadace, en Galicia hay 27.890 personas que han sufrido un ictus.

El ictus puede atacar a cualquier edad y la mayoría de las veces se presenta de golpe. Existen dos tipos principales de ictus: los hemorrágicos o hemorragias cerebrales, que se producen cuando un vaso sanguíneo (vena o arteria) se rompe, y los ictus isquémicos o infartos cerebrales, que ocurren cuando una arteria se obstruye por la presencia de un coágulo de sangre. A menudo, este trombo se origina en el corazón y se desplaza hasta el cerebro, donde interrumpe el flujo sanguíneo.

Cuando se sufre un ictus, el daño cerebral adquirido puede ser irreparable y dejar secuelas graves, que repercutan de forma notable en la calidad de vida de los afectados. Según distintos estudios, solo un tercio de los pacientes se recupera totalmente de un ictus, otro tercio queda con secuelas y otro tercio fallece. Además, el 25% de las personas que padecen un ictus mueren durante los 30 días siguientes a haberlo sufrido.

"Los avances médicos y el desarrollo, en las últimas décadas, del sistema público de salud, han mejorado la atención al ictus, de manera que se salva una enorme cantidad de vidas que hasta hace unos pocos años ni llegaban al hospital. Como contrapartida, muchos sobrevivientes quedan con secuelas más o menos permanentes, es decir, con daño cerebral adquirido", recuerdan.

Enfermedades como diabetes, hipertensión arterial e hipercolesterolemia son algunos factores de riesgo. Además, el proceso de envejecimiento poblacional, sumado a determinados hábitos de vida como el sedentarismo, una mala alimentación, el consumo de tabaco y alcohol y el estrés, y factores ambientales como la contaminación aumentan el riesgo de sufrir un ictus. "Una de cada seis personas va a tener un ictus, lo que se traduce en una enorme necesidad de recursos de atención sanitaria y de protección social", insiste la federación, que añade: "Es necesario ina mejora de la expansión del sistema de protección social para el daño cerebral adquirido". La federación recuerda que la rápida identificación y atención reduce la tasa de mortalidad y morbilidad.

Por ello, es vital que la población sepa identificar los síntomas de alerta: pérdida de fuerza en la cara, brazo y/o pierna de un lado del cuerpo, de inicio brusco; trastornos de la sensibilidad, sensación de "acorchamiento u hormigueo" de la cara, brazo y/ o pierna de un lado del cuerpo, de inicio brusco; pérdida repentina de la visión; alteración también repentina del habla; dolor súbito de cabeza; y/ o sensación de vértigo intenso, inestabilidad y desequilibrio.