W estern patagónico con un papel protagónico (excesivo para los espectadores más impacientes) del paisaje y los silencios. Una historia mínima de aromas clásicos en la que las palabras ceden terreno a las miradas y los gestos elocuentes, rodada con una precisión casi maniática en los encuadres y de resabios abstractos. Relevo generacional, soledad acuciante y suspense metafórico alimentan una película que va de menos a más y que alcanza un clímax dramático de hondo calado visual. Los espectadores que busquen forma distinta de afrontar historias más viejas que el tebeo agradecerán la propuesta y el rigor de Torres, un cineasta al que seguir la pista desde ya.