Se me ocurren tres preguntas mientras veo con más indiferencia que otra cosa esta reconversión de Spider-Man en un sentido homenaje a las pelis de adolescentes de John Hugues con tropezones de superhéroes graciosos: ¿realmente hacían falta seis guionistas para esto? (Hola, chicos: John Francis Daley, Jonathan Goldstein, Christopher Ford, Chris McKenna, Jon Watts, Erik Sommers) ¿de dónde saca Michael Giacchino tiempo para componer tantas bandas sonoras imitando sin rubor a John Williams y Hans Zimmer, entre otros? Y la última: ¿quién fue el genio al que se le ocurrió la idea de importar el papel de Michael Keaton en Birdman y convertirlo en el malvado alado de la función?

Ese detalle taaaaaaan original es un buen medidor del nivel creativo de una película que sí, que vale, es entretenida en su mayor parte pero que no solo no aporta nada al personaje (convertido gracias a la codicia de los productores en una especie de Sísifo cinematográfico forzado a recomenzar una y otra vez la historia, menos mal que aquí nos ahorran al tío asesinado) sino que lo simplifica hasta convertirlo en un adolescente con problemas de adolescente y amigo simpaticote y amores suspirantes. Hasta tal punto se le quita fuerza a nuestro hombre araña que ahora el gran mérito de sus poderes pasa al supertraje un pelín hortera que le fabrica Iron Man, con asistente virtual incluida. Lo cual es ilusionante para el resto de los mortales: que te pique una araña es asunto menor, lo importante es que un ricachón sarcástico te entregue un atuendo ultratecnificado y te saque las telarañas del fuego cuando vienen mal dadas.

Quienes esperen grandes secuencias de acción se sentirán defraudados. La batalla final con el malo, por ejemplo, es francamente decepcionante, y los alardes digitales hay que buscarlos en un ferry partido en dos o el suspense de un ascensor en problemas donde lo más potente es el guiño a una de las entregas anteriores con una frase recuperada tal cual. A Keaton se le queda corto el papel, aunque hay que reconocer que un giro sorpresa en el último tramo es lo más inteligente de todo el guión, si bien, pena, penita, pena, las consecuencias dramáticas no se aprovechan.

Deudora claramente del espíritu más festivo y gamberrete de Deadpool (esquivando, claro, toda la parte soez y sexual), este nuevo pero viejo regreso de Spider-Man pasa de puntillas por las sombras de la relación de admiración/aprendizaje entre el hombre araña y el hombre de hierro (Robert Downey Jr. no ha sudado mucho en este trabajo, ciertamente) y está más pendiente a veces de buscarle las cosquillas al espectador que de avanzar en la (re)construcción de un personaje, teniendo como tenían a un buen actor como Tom Holland, bastante más apropiado que los irritantes Tobey Maguire y Andrew Garfield.