Como documental de hermosas imágenes y elocuente información etnográfica, Tanna cumple sobradamente, y es imposible no asombrarse ante momentos en los que la Naturaleza exhibe todo su esplendor (en ocasiones de manera amenazadora) para que una cámara en estado de gracia los capture y los despliegue en la pantalla. Lo que no funciona tan bien es la parte de ficción, una almibarada historia a lo Romeo y Julieta (basada en hechos reales, pero barnizada por un tinte occidental con musiquilla étnica de manual) que aguanta el tipo solo porque el reparto amateur ofrece una autenticidad notable. Un empeño digno de verse, en todo caso, con momentos irresistibles de volcánica belleza.