Recuerdos de familiares con una gran carga sentimental aunque poco apreciados en el mercado conviven con piezas de verdadero valor olvidadas en trasteros y altillos de muchas casas gallegas. Anticuarios o tasadores son quienes ayudan a los propietarios de este tipo de objetos -desde muebles y lámparas hasta pinturas, relojes o utensilios propios de una profesión con varias décadas de vida- a dar una segunda vida a piezas que ya no quieren almacenar o bien a saber realmente a cuánto asciende el tesoro que hay en el faiado. Desde el sector reconocen que la crisis y los cambios de hábitos de la sociedad han hecho mella en el mundo de las antigüedades. "A la hora de vender estos objetos, los precios han bajado casi a la mitad en solo diez años", reconoce el anticuario coruñés Luis Varela, que lleva 45 años en este oficio. Una opinión que comparte la tasadora Ana Castro. "Es un buen momento para comprar porque hay una amplia oferta de antigüedades a buen precio, pero no tanto para vender", sostiene.

La Real Academia Española define antigüedad como "objeto, frecuentemente artístico, interesante o valioso por su condición de antiguo". Pero no siempre las piezas con más años de vida son las más costosas en el mercado y muchas veces objetos con menor valor artístico que otros se venden a precios más elevados. "Este es un sector que fluctúa mucho, los precios varían en función de la oferta y la demanda e influyen mucho las modas a la hora de comprar", sostiene Ana Castro, quien reconoce que muchas veces es complicado que el cliente lo entienda. "Ahora mismo pasa mucho con los muebles. Es posible que alguien tenga el clásico comedor de madera de castaño con varias piezas, que a su abuela le resultó carísimo, pero ahora no se lleva y es complicadísimo venderlo. Son piezas con un valor artístico alto pero económico muy bajo", sostiene esta joven que regenta desde hace cinco años la empresa Galantiqua en Santiago, quien añade: "Y muchas veces ocurre al revés, objetos a los que ellos no les dan apenas valor son los que más lo tienen hoy en día".

Para no llevarse una sorpresa y saber realmente el valor de los objetos que se quieren vender o conservar como recuerdos familiares, los tasadores son una pieza clave. Profesionales especializados en arte que realizan una investigación minuciosa de cada objeto para elaborar un informe completo sobre cuanto cuesta en el mercado. "Hay que acudir a profesionales con experiencia y que sean objetivos. En mi caso, yo no voy a comprarles los objetos así que siempre les daré el valor real, no como alguien que después puede estar interesado en adquirir la pieza", señala Ana Castro, quien resalta que no solo trabaja para personas que quieren vender algún objeto antiguo sino que también participa "en casos de herencias, donde los herederos quieren que el reparto sea equitativo y desean saber el valor de las pertenencias; con los juzgados para tasar las piezas en un robo o incluso con aseguradoras para tasar objetos por si un día se produce un robo".

Y cuando lo que se desea no es vender algo sino hacerse con alguna antigüedad basta con visitar alguno de los anticuarios que perviven en la comunidad gallega. Sus propietarios se convierten en una especie de cazatesoros y rastrean mercadillos de España y el extranjero en busca de las piezas más originales o demandadas. Es el caso de Luis Varela que regenta el establecimiento Entreepoca en A Coruña. "Para adquirir las piezas hay un poco de todo. Hay gente que me las trae a la tienda o visito desvanes y después me recorro España y durante mucho tiempo fui a Francia para buscar objetos en rastrillos", señala este coruñés, quien reconoce que aunque el 90% de lo que se vende en estos mercadillos "no vale para nada", los expertos "siempre encontramos cosas curiosas y a buen precio". Porque Varela tiene claro que un buen anticuario siempre debe ir a la adquisición de piezas con la mente abierta y pensando en varios frentes. "Compramos lo que nos gusta, lo que nos da dinero y lo que nos han encargado", señala este anticuario coruñés, en cuya tienda es posible comprar objetos desde un euro hasta los 3.000 euros. "Ahora mismo lo más barato son canicas de piedra de los años 50 y 60 a un euro y lo más caro una imagen antigua de un santo que llega a 3.000", sostiene.

Sus más de cuatro décadas en este oficio le permiten hacer una radiografía de cómo ha evolucionado el mercado de las antigüedades. Asegura que en los últimos años han bajado las ventas y sobre todo los precios. "Además los precios han caído a la mitad y hay objetos como los muebles cuya venta ha descendido mucho porque ahora las casas son más pequeñas y la gente joven tiende a cosas más prácticas", sostiene Varela, quien asegura que también ha variado el perfil de cliente. "Antes el comprador siempre era alguien de 50 años para arriba pero ahora suelen venir entre los 35 y 50", indica este anticuario, quien demanda más mercadillos de antigüedades para acercar estos objetos a la población.