El arquitecto e investigador lucense Iago Lestegás ha recibido el premio al Mejor Joven Investigador (menores de 35 años) en la última Reunión Anual de la Comisión de Geografía Urbana de la Unión de Geógrafos Internacional (UGI) celebrada en Brasil. Lestegás recibió este reconocimiento por la presentación del artículo Lisbon's historic center: a real estate enclave in the periphery of the Eurozone sobre el impacto que está teniendo el turismo de masas en el proceso de transformación del centro histórico de la ciudad portugesa de Lisboa.

-¿Por qué eligió la capital lusa para centrar su estudio?

-Quería hacer mi doctorado sobre urbanismo y economía, y quería trabajar sobre una ciudad de la periferia de la Eurozona que hubiese sufrido la crisis con especial intensidad y dentro de esto había varias opciones. Atenas era también una ciudad interesante, pero no hablo griego y esto me complicaba el acceder a la bibliografía y hacer entrevistas, así que me decidí por Lisboa. Una vez que estuve allí descubrí, además, que había un boom turístico, un boom de inversión inmobiliario extranjero que lo hacía muy interesante.

-Uno de los aspectos que analiza es el impacto del turismo de masas en la transformación de Lisboa. ¿Cuál es ese impacto?

-El turismo tiene cosas positivas y negativas. Si no es regulado devora cualquier otra actividad económica y cualquier otro uso del territorio que no sea ese. El monocultivo es peligroso, ya sea industrial, forestal, turístico. Una economía dependiente del turismo es una economía más pobre porque su empleo es más precario, pero es verdad que en Lisboa el impacto de la crisis no fue tan fuerte como en otros territorios de Portugal por el turismo. Su casco histórico estaba muy deteriorado, muchos pisos estaban vacíos. La rehabilitación era necesaria, pero ¿qué pasa? que no está siendo rehabilitada para residentes, sino para ponerlos en el mercado turístico, en el mercado de alquiler temporal o como segunda vivienda. Así, Lisboa está físicamente mejor, esto es incuestionable, pero sigue sin vivir gente. La pérdida demográfica continúa. Y una ciudad no puede ser una sucesión de fachadas; es mucho más que eso: es la gente que vive y que trabaja, es decir, tiene que tener un tejido social porque si no la ciudad se convierte en un parque temático.

-¿El caso lisboeta es extrapolable a Galicia?

-No tengo ninguna investigación sobre ciudades gallegas, pero sí tengo esa percepción. Yo vivo en el casco viejo de Santiago, que también está sometida a una gran presión turística, y ahora hay una moratoria que no permite el establecimiento de nuevos recintos hoteleros. Esto es una medida positiva, porque está evitando que los pisos sean retirados del mercado inmobiliario convencional y puestos en el de alquiler turístico, que es más beneficioso, pero cuando acabe no sé qué pasará. En ciudades como Barcelona y en Madrid hay barrios donde ya no se pude vivir porque los alquileres son carísimos y no hay comercios.