La juventud gallega no tiene memoria del drama que supuso la droga en la comunidad en la década de los ochenta y principios de los años 90. Y en esa franja está emergiendo así un nuevo perfil de consumidor de heroína, aquel que la utiliza como fin de fiesta, para relajarse y rebajar la euforia propiciada de la cocaína o las anfetaminas. Un mismo camello ya les puede proporcionar el cóctel completo.

Las asociaciones que luchan contra la droga empiezan a detectar varias señales de alerta y confirman un repunte en su uso. En los centros constatan como chavales (y algunos no tan jóvenes) acuden por primera vez a desintoxicarse enganchados a este estupefaciente, cuando antes solo atendían por esta droga a los veteranos que recaían. En el contexto global, una terrible epidemia de adicción a los opiáceos -36.000 muertos por sobredosis solo en 2016- asola Estados Unidos, que también en este terreno marca tendencia global.

"Máxima preocupación"

A ello hay que sumar el aumento de la producción en origen, en Afganistán, lo que está inundando los mercados norteamericano y europeo y tirando de los precios a la baja. Hace dos semanas las fuerzas de seguridad se incautaron en Caldas de Reis de un alijo de 65 kilos, el mayor de los últimos años en el continente. En el operativo se detuvo a un portugués, cinco gallegos y otros tantos búlgaros. Mafias turcas y del este del continente han entablado relación con los clanes autóctonos para usar Galicia como punto de distribución para el norte de la península.

"Observamos el panorama con máxima preocupación", comenta el gerente de la Fundación Galega Contra o Narcotráfico, Fernando Alonso, aunque con las estadísticas en la mano el consumo de heroína sigue estable desde mediados de los 90. Ocurre que los últimos datos disponibles son de 2014, a remolque de las últimas modas. Alonso considera, además, que el distinto patrón de consumo puede retrasar el momento de pedir ayuda. Los jóvenes que acaban sus fiestas con heroína no se la inyectan, la fuman, lo que difiere la aparición de los daños físicos tan elocuentes y característicos que produce.

Tanto Alonso como el director del centro gallego Alborada, Jesús Cancelo, explican este repunte como fruto del desconocimiento de lo que ocurrió en Galicia hace tres décadas. Para una generación, argumentan, ya no existe el "freno" que suponía la vinculación directa entre heroína, sida, sobredosis y delincuencia. Su compañera Lorena Casete, psicóloga clínica de la Asociación de Lucha contra la Droga de A Coruña, matiza que en sus trabajos de prevención en los colegios sí que observan que los chicos le siguen teniendo un miedo mayor que a otras sustancias.

En todo caso, las asociaciones inciden en que conviene reforzar las campañas de prevención, que en los últimos años se centraron en otras sustancias, además de extremar la acción policial por el lado de la oferta. "Es el momento de ponerse a trabajar para que el problema no nos explote en la cara", enfatiza el gerente de la Fundación Galega contra o Narcotráfico. "Aunque no se puede hablar de avalancha de casos, no podemos bajar la guardia", completa Jesús Cancelo.

En Estados Unidos, muchos de los afectados por la epidemia comenzaron con los opiáceos sintéticos de curso legal utilizados para paliar el dolor; una vez enganchados se pasaron a la heroína, más barata, y en una tercera fase vuelven a los sintéticos, pero esta vez obtenidos en el mercado negro y de una potencia mucho mayor, lo que convierte en letal un pequeño error de cálculo en la dosis.

En Galicia esta situación está lejos de reproducirse, sobre todo porque el sistema sanitario es mucho más inclusivo y eficaz, y los opiáceos sintéticos más fuertes son de difícil acceso. Pero desde las asociaciones también empiezan a ver casos de gente que se hace adicta a partir de tratamientos médicos. Lorena Casete explica que estos analgésicos generan tolerancia a gran velocidad, por lo que el paciente cada vez necesita más.

Otro factor clave para entender el fenómeno en la primera potencia mundial es la crisis y la depauperación de la clase media. Esa sí que es una clave que puede tener su traslado al contexto gallego. "Cuando la economía cae, la heroína repunta. Es una droga para evadirse, no para celebrar", comenta el gerente de la Fundación Galega contra o Narcotráfico.

En ese sentido, su menor precio frente a la cocaína puede suponer un incentivo a mayores. "Hay que estar muy muy atentos", concluye Cancelo, para que no se repita el escenario "dantesco" de hace 30 años.

Fernando Alonso apunta un elemento más para la preocupación: la relación entre el tráfico de heroína y la financiación del yihadismo, al igual que en su día la guerrilla colombiana se nutría de la coca.

La psicóloga clínica de la asociación coruñesa, en cualquier caso, llama a no perder de vista también otras drogas. Por ejemplo, en los últimos tiempos han recibido varios usuarios adultos de cannabis que han recurrido al centro ante la imposibilidad de dejarlo por sí mismos. Una situación "inimaginable hace 20 años".