En una excelente y muy recomendable conferencia (se puede ver en YouTube con el título ¿Qué nos estamos dejando en la cultura móvil?) que ofreció el pasado mes de abril en Roma, el profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra, José Luis Orihuela, desgranó los desajustes, los peajes y los valores que estamos perdiendo y el precio que estamos pagando por vivir en una sociedad hiperconectada. Sobre todo por la omnipresencia del móvil en nuestras vidas.

Como él mismo reconoce se dedica a estudiar y a intentar explicar qué pasa en la sociedad, en la cultura y en los medios cuando se incorporan las nuevas tecnologías.

Sin hacer un discurso apocalíptico de la tecnología, asegura que estamos pagando una serie de peajes por vivir hiperconectados. Algunos de estos ellos son: la pérdida de la mirada, la eliminación de las distancias, la muerte de las horas muertas, la falta de pensamiento crítico, la endeble construcción de nuestra autoestima o la falta de conversación.

En próximas semanas desarrollaré estos peajes que tenemos que pagar por vivir en una sociedad que siempre está conectada, pero vamos a quedarnos con el primero: la pérdida de la mirada.

Asegura el profesor Orihuela que los móviles (recordemos que en el mundo ya hay más cacharritos de estos que personas, y que España tiene una de las tasas más altas de penetración de smartphones) han secuestrado nuestra mirada. Nuestra mirada, que es la que marca nuestra atención, ya no está siempre en el mundo real.

Imaginemos por un momento esta escena: estás manteniendo una conversación cara a cara con uno de tus amigos. Te está mirando a los ojos mientras le cuentas tus últimas vacaciones. Y, de repente, nota una vibración en el bolsillo de su pantalón. Acto seguido saca su móvil. Y, entonces, comienza a mirarte a ti, y después al móvil. Y después a ti, y después al móvil. Y te preguntas quién va a vencer en esa batalla por ganar su atención ¿El móvil o tú? Creo que todos sabemos quién la va a ganar.

Los móviles están secuestrando nuestra mirada porque, entre otras cosas, somos incapaces de salir sin ellos a la calle. Ya es una enfermedad: la nomofobia, que según la Wikipedia es el "miedo irracional" a salir de casa sin nuestro teléfono.

Tengo una amiga que se ha ido de vacaciones a las Maldivas (sí, yo también muero de envidia). Me contó que durante toda su estancia se olvidó del teléfono móvil (yo también lo haría) y que fue una experiencia muy recomendable.

Antes de la aparición de los teléfonos móviles, las fotografías eran una buena forma de ver qué había más allá. Ahora, esas imágenes, gracias a los móviles, las hemos convertido en selfies, en fotos de nuestros pies en la playa?

Ha llegado un momento en el que usamos nuestros móviles, no como una ventana para contemplar el mundo, sino como un espejo para vernos a nosotros.

O para sacar una foto o hacer un vídeo de algo que está sucediendo en ese momento. Como sucede en los conciertos. Se da la paradoja de que no lo vemos en directo sino a través de la pantalla del móvil.

Hay una imagen que recorre internet. Es la de un montón de gente con sus móviles tras una valla. Todos están intentando fotografiar a los actores de una película. Todos no. Una anciana que no tiene móvil es la única que está presenciando la escena en directo y su cara es la más feliz de todas.

Es uno de los peajes de estar conectados: que los móviles están secuestrando nuestra mirada y hacemos fotografías de la vida sin disfrutar de ella en directo.