El día del atentado en las Ramblas de Barcelona estaba pasando, como muchos otros, una jornada playera con unos amigos.

Cuando nos enteramos del atropello ya no nos despegamos del móvil, que si Facebook, que si Twitter, que si WhatsApp?

La cantidad de información a la que tuvimos acceso era brutal. Casi podíamos vivirlo en directo.

De repente, uno de mis amigos recibió un wasap: "No hay ningún mantero atropellado. ¿Estaban de huelga o es que sabían algo?".

En esos momentos te entra la duda. ¿Será verdad?

Haces una búsqueda en Google y descubres que llevaban semanas sin poder vender en las Ramblas debido a la presencia de la policía.

Ese día y los siguientes fueron perfectos para la propagación de bulos: que si los terroristas se habían atrincherado en un bar; que si cobraban 625 euros de ayudas públicas; que si se había elevado el nivel de alerta hasta el 5, el máximo; que si el Ejército había salido a la calle... En fin.

Uno de los peajes que estamos pagando por vivir en una sociedad hiperconectada es la proliferación de bulos.

Y todos somos culpables de ello.

Como somos de dedo fácil, igual que los vaqueros de las películas del Oeste, cuando encontramos una noticia de estas no solemos verificarla y rápidamente la compartimos.

Acabo de leer un estudio que asegura que el 44% (casi la mitad) de los españoles recibe entre uno y cinco bulos por internet. A la semana. No sé qué es más grave: lo anterior o que un tercio de ellos, según el estudio, le otorgue credibilidad a esas mentiras.

Según el informe, el 97%, es decir, todos los españoles, asegura haber recibido en alguna ocasión una cadena de email con información alarmista sobre un producto o servicio y con la petición de ser reenviada a sus contactos.

Hasta el Papa está preocupado por las noticias falsas. Es cierto. No es un bulo. La verdad os hará libres. Noticias falsas y periodismo de paz es el tema que ha elegido Francisco para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales que se celebrará en mayo de 2018.

Y no solo el Papa está preocupado, también lo están, y mucho, Google o Facebook. Por fin han entendido que si ofrecen informaciones falsas a sus usuarios perderán credibilidad y dejarán de utilizarlos.

Después de algunos titubeos, el que mejor está encarando el problema es Facebook, sobre todo tras las sospechas, confirmadas por la red social, de que Rusia había interferido a través de ella para favorecer a Donald Trump en las elecciones norteamericanas.

Ya ha puesto en marcha un protocolo anti noticias falsas, por ahora solo activo en EEUU, que alerta al usuario cuando una información es de dudosa procedencia. También está trabajando en un algoritmo que detecte este tipo de bulos. Cuando crea que ha encontrado uno será verificado por una persona.

Lo último ha sido poner en marcha una campaña para ayudar a los usuarios a que detecten este tipo de actuaciones. Entre los consejos que da es fijarse en la url de la noticia, revisar de quién procede o comprobar si existen informaciones parecidas en otras webs.

Precisamente, esta semana se ha muerto Paul Horner, considerado el rey de las noticias falsas porque era capaz de producir kilos de bulos todos los días que publicaba en webs que imitaban el diseño de las páginas de grandes medios de comunicación. Y hasta se atribuyó una parte de la victoria de Donald Trump.

El rey ha muerto. Pero ya se sabe que a rey muerto, rey puesto.

Así que habrá que tener las orejas levantadas y no ser de dedo fácil.