Es fácil entender que uno no debe consumir los medicamentos que le vienen en gana, ni recomendárselos a los demás. Todos conocemos a personas que -en familia, en la oficina, en la cafetería, etc.- se encargan de "recetar" lo más conveniente: si toses te recomienda codeína; si te duele la cabeza, aspirina; si tienes retención de líquidos, un diurético; etc. Debemos señalar que no puedes hacerles caso y que no debes consumir ningún fármaco que no haya sido prescrito para ti por tu médico.

Diferente es lo que la OMS aconseja; si uno padece una enfermedad banal, puede resolverla fácilmente sin acudir al médico y saturar las consultas. Se refiere a personas que sufren, por ejemplo, dolores de cabeza ya analizados por el especialista y han comprobado que tomar paracetamol -siguiendo las pautas preestablecidas- y en el momento en que se inicia el proceso, lo mitiga y evita que se prolongue en el tiempo. Son casos concretos y determinados que pueden ser tratados de esa manera, pero no ocurre lo mismo en las demás circunstancias.

No debemos olvidar que los fármacos bien aplicados son armas estupendas, pues mejoran nuestra calidad de vida, reducen los contagios, evitan bajas laborales, mantienen la salud, etc. El problema radica en el abuso y en su mala aplicación (por ejemplo, no todos los catarros precisan ser tratados con antibióticos), que provocan efectos negativos sobre el paciente. También resulta perjudicial utilizar productos "naturales" sin control, pues además de que presentan efectos secundarios, pueden interferir en los tratamientos farmacológicos prescritos por el médico.

España es uno de los países donde más se abusa. En todos los hogares hay un botiquín familiar al que acudimos cuando lo consideramos necesario. A ello se une que se venden muchos medicamentos sin receta que, si se usan inadecuadamente, pueden resultar nocivos. El farmacéutico que los dispensa nos indicará la situación adecuada para consumirlos; debemos seguir sus consejos y leer el prospecto que los acompaña para eliminar las dudas. No podemos aceptar que, de manera mecánica, cada vez que nos sentimos mal, acudamos a nuestro botiquín y nos tomemos lo primero que nos parezca indicado porque en otra ocasión nos fue bien para un síntoma parecido.

Entre los efectos perjudiciales de la automedicación cabe destacar:

-Reacciones alérgicas que pueden llegar a ser graves.

-Efectos secundarios propios de los fármacos y que pueden precisar tratamiento inmediato.

-Interacciones con otros fármacos o con alimentos, lo que potencia o inhibe su mecanismo de acción, resultando ineficaces para tratar la patología.

-Incompatibilidades con otras sustancias incluso de las consideradas "naturales".

-Dosificación inadecuada para eliminar los síntomas que queremos tratar.

-Conservación del principio activo fuera del ámbito recomendable (hay sustancias que deben estar en nevera; otras no pueden someterse a la acción de la luz, etc.).

Para evitarlo se plantean varias posibilidades:

-Aumentar la educación sanitaria, asignatura muy pendiente. Si desde niños hablamos de los medicamentos y su utilidad, criaremos individuos conscientes de su verdadera aplicación que no serán consumidores innecesarios de fármacos en cualquier situación.

-Facilitar el acceso al médico y el tiempo con él. Las consultas están saturadas, pero los profesionales de la medicina son los primeros en reconocer la necesidad de aumentar la atención personalizada a sus pacientes y lo aplican en lo posible, atendiéndonos cuando acudimos a ellos.

-Mejorar las relaciones entre los profesionales sanitarios para evitar el mal llamado intrusismo. La cooperación entre médico y farmacéutico mejorará la atención sanitaria del enfermo porque resultaría una labor complementaria que ya está dando buenos resultados cuando se aplica.

Podríamos lograr la racionalización del consumo de medicamentos y reducir los elevados costes intolerables para la sanidad pública. Cada vez hay que reducir más gastos y se excluyen especialidades consideradas poco útiles o sustituibles por otras formas farmacéuticas más económicas. También el medio ambiente lo agradecería, pues los laboratorios comercializan envases que no se adaptan a la duración del tratamiento y el exceso ha de ser eliminado de manera ecológica (puntos Sigre de las farmacias). Solicitamos tu colaboración para conseguir que lo que te sobra sea eliminado adecuadamente. Haz una limpieza de tu botiquín y retira todo lo que no consumes o está caducado. Llévalo a la farmacia y que ellos se encarguen de todo.