Los efectos del cambio climático están aquí. Un estudio de geógrafos de la Universidade de Santiago concluye que en los últimos 66 años, prácticamente se han duplicado los días cálidos en los veranos gallegos y que el inicio de la primavera se ha ido adelantando cada década.

Los geógrafos Alberto Martí y Dominic Royé eligieron la ciudad de Santiago para la extracción de datos a lo largo de todo ese periodo, defendiendo que las conclusiones resultantes se pueden "extrapolar" al resto de la comunidad "aunque no con los mismos valores. En el norte de Galicia, las variaciones habrían sido menores pero en el interior de la región y en las Rías Baixas los cambios habrían sido similares". En concreto, el estudio señala que en Compostela se pasó en 1950 de registrar, en el estío, 33 días veraniegos -aquellos que llegan o superan los 25 grados- a contabilizarse sesenta en estos últimos ejercicios, casi el doble.

En cuanto al periodo de estudio elegido, Alberto Martí señaló, en preguntas a este diario, que "es a partir del año 1950 cuando la fiabilidad de los datos en las estadísticas es mayor. Por lo tanto, para los resultados, es mucho mejor". Añadió que "se va adelantando la primavera y se va retrasando el otoño que es lo que este año estamos viendo y eso que 2017, al no haber acabado, no lo pudimos incluir en la serie".

Otro dato importante del informe es que, a partir de la década de los 70, se ha ido adelantando la llegada de los días calurosos, en una proporción de 7,1 días por década. Como resultado, entre los años 2010 y 2016, las jornadas veraniegas están iniciándose en la segunda semana de abril. En cuanto a las precipitaciones, los datos no señalan que haya habido "cambios significativos" a lo largo de los últimos 66 años, según apunta Martí, geógrafo de la Universidade de Santiago. Lo que sí se ha evidenciado es un retroceso en las heladas en el interior gallego pasando de una media anual de 19 jornadas de temperaturas mínimas a un total de 12.

Buena parte del estudio se enfoca en las repercusiones en la agricultura, la salud del ser humano y el riesgo de producirse incendios; esto último porque "al estar todo más seco, se propaga con más facilidad el fuego", apuntó Martí.

En cuanto a la agricultura, añadió que las repercusiones inducidas por el cambio climático son tanto positivas como negativas: "Como beneficios vemos la reducción del riesgo de heladas, ya que las primeras se retrasan cada vez más y terminan antes, además de suavizarse el alcance. Como negativo, al haber más calor, las plantas tienen más estrés hídrico, demandan más agua. Si no la hay, les supone un estrés que va a mermar su rendimiento y cosecha final. Por contra, los episodios fríos eliminan las plagas pero si cada vez son más suaves los inviernos", la incidencia sería menor.

Otro punto en el que fijarse es la repercusión en el ser humano: "El aumento de las temperaturas supone un mayor confort, hace descender los episodios de la gripe y otras dolencias respiratorias". En el punto negativo, mayor riesgo de olas de calor.