Con una apretada agenda diaria donde compagina su trabajo como enfermera con clases en la universidad, actividad física y vida social, la gallega Flor Barreiro forma parte del grupo de los niños de la polio, que adquirieron la enfermedad en la década de los 60, en pleno franquismo.

-¿Cómo le diagnosticaron la enfermedad?

-Vivíamos en un pueblo cerca de Santiago y por aquel entonces no se vacunaba a los niños como ahora. Yo tenía seis años y de repente me subió la fiebre y no podía caminar. Me llevó mi madre al médico del pueblo y coincidió que su hija sufría el mismo proceso así que me la diagnosticó enseguida, tan pronto como me vio. Me afectó a una pierna, la izquierda, mientras que su hija la sufrió por todo el cuerpo. Seguimos manteniendo relación con los años aunque hace tiempo que no hablamos.

-¿Cómo fue el tratamiento?

-Ya por entonces me recomendaron que hiciese rehabilitación y que controlase el peso y así ha sido desde entonces. Tenía que ir a la playa y tomar el sol. Caminaba por la playa, nadaba... todo para fortalecer la pierna y compensar el desequilibro de una pierna con otra.

-¿Siempre ha sufrido las secuelas de la enfermedad?

-Es algo de lo que no te recuperas nunca, siempre está ahí pero se agravó de los 50 años en adelante. Ahora me preguntan que por qué cojeo cuando hace quince años nadie lo percibía.

-¿Le permite mantener una vida activa?

-Sigo haciendo habitualmente ejercicio, voy a yoga una o dos veces por semana y en casa también. Evito los ascensores y subo y bajo las escaleras, con cuidado, eso sí porque si haces mucho ejercicio te caes sí o sí, hay que hacerlo con moderación, buscar un equilibrio para no cansar al músculo. El problema en mi caso es que la compensación de la pierna que tengo que hacer para caminar me provocó dos hernias discales. Pese a todo, no necesito bastón y cuando tengo una sobrecarga acudo a rehabilitación. Al margen de todo tengo una vida social normal.

-Uno de los problemas a los que se enfrenta es el coste de esa rehabilitación.

-Sí, es un coste importante y además en mi caso tengo un dolor neuropático agravado por las hernias. Yo siempre sé que tengo pierna, es un hormigueo constante, noto esa pierna desde que me levanto hasta que me acuesto, especialmente por la noche que es cuando se me acaba la pila. Y tengo que tener cuidado especialmente en no caerme cuando bajo del autobús o al hacer un gesto repentino.