"¿Es suficiente con que las víctimas denuncien?, ¿es suficiente con que los agresores pidan perdón?". Con estas dos preguntas que invitan a la reflexión finaliza el documental Arenas de silencio, en el que la periodista Chelo Álvarez-Stehle denuncia el secretismo que aún rodea a los abusos en la infancia a la vez que intenta abrir los ojos a la sociedad para que sea consciente de este tipo de violencia está más cerca de lo que se cree. "Las víctimas de abusos en la infancia son las futuras víctimas de malos tratos o de trata de personas", señaló ayer la directora durante la proyección del filme en el Centro de Inserción Social Carmela Arias y Díaz de Rábago de A Coruña, en el marco de los actos de conmemoración del Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer que organiza la subdelegación del Gobierno en A Coruña y al que asistieron, entre otros, una treintena de reclusos del centro.

Arena de silencio parte de la investigación periodística que realiza Álvarez-Stehle sobre la trata de personas y la explotación sexual en el mundo -en el documental se centra en la historia de una joven mexicana que tras recibir abusos en la infancia, ser secuestrada y torturada ha restablecido su vida y ahora preside una asociación que ayuda a víctimas como ella a romper con el silencio- y deriva en una introspectiva de la propia autora en la que analiza por qué su hermana no habla de los abusos que sufrió en la infancia y que termina con la confesión de ella misma, que también fue una víctima en la adolescencia.

Las claves sobre cómo lo han vivido las víctimas, pero sobre todo cómo guardaron silencio durante décadas y por qué ahora deciden contar y afrontar lo que ocurrió llevan al espectador del principio al final del filme. "Las víctimas tienen miedo. Miedo al que dirán, a deshacer familias y el miedo más difícil que es el miedo propio a afrontarlo", señalaba ayer esta periodista, quien reconoce que además de para que las mujeres rompan con su silencio, esta obra está pensada para que los hombres se enfrenten a la realidad diaria de millones de mujeres en todo el mundo. Por ello, recorre el país para proyectar el documental en cárceles o centros de inserción. "Muchas veces los reclusos me han comentado que nunca se habían identificado tanto con una víctima como tras ver esta película", señala esta periodista.

Por ello, tras la proyección se realizó un coloquio en donde los internos del centro coruñés tuvieron gran parte del protagonismo y donde pudieron preguntar dudas así como mostrar sus inquietudes sobre la violencia y la explotación sexual. "Creo que los abusos son algo difícil de prevenir aunque una vez que ocurren hay que denunciarlos", aseguraba un interno que reconocía haber vivido de cerca esta situación durante la niñez. "Soy entrenador infantil y creo que aunque desde la base inculquemos valores a los niños hay que actuar también a nivel profesional, no puede ser que en unos juegos olímpicos sea habitual la prostitución", denunciaba otro.

"Creo que debemos dejar de ser un país hipócrita y además de hablar de abusos, denunciar el sexo de pago", señalaba otro participante en el coloquio. En este sentido, la inspectora jefa de la Unidad Central contra las Redes de Inmigración y Falsedades Documentales (Ucrif), Natividad Penas, reconoció que la demanda de estos servicios bajó con la crisis. Penas además explicó cómo la policía colabora con diferentes entidades para detectar las redes de trata de personas.

Y otro de los temas que más interés suscitó fue la percepción de la juventud actual sobre la violencia de género. "Hemos retrocedido décadas", alertaba Chelo Álvarez-Stehle, unas palabras que matizaba la socióloga Belén Sajurjo, quien cree que "la moralidad es la misma que antes, pero cambian las formas". "Ahora con los móviles pueden ejercer más control, pero no lo ven como maltrato. Solo ven violencia la física o psicológica", dice.