La búsqueda del acta de defunción de su tatarabuelo llevó al gallego Álvaro F. Pulpeiro a dirigir su primer largometraje Nocturno. Fantasmas de mar en puerto, que se estrena mañana en el Festival Internacional de Gijón dentro de la sección Llendes, dedicada a obras que rompen con las fronteras entre géneros. Nocturno retrata la vida a bordo de un barco pesquero durante los días que está en puerto, antes de partir de nuevo.

- ¿ Nocturno. Fantasmas de mar en puerto se define como un documental o un largometraje?

-Es un largometraje de "ficción de frontera", que utiliza las herramientas de la ficción para acceder a una realidad que te supera. No existe un guión a priori, pero las sensaciones y la sensibilidad que intento explorar son puramente ficticias. Intenta explorar la idea del cuerpo sin tierra.

- ¿Qué pretende retratar con esta película?

-El pretexto de la película es retratar el preciso momento en el que los marineros llegan a un puerto que no es su hogar, después de 70 días en el Atlántico sur realizando una labor de pesca muy física, casi rudimentaria. Al llegar a ese puerto hay un conflicto del personaje, que confronta una tierra nueva con su propia identidad y se crea un dilema. Los aromas, los mensajes de WhatsApp o Facebook, las llamadas de Skype... todo llega de una forma sin filtro.

- ¿Qué le impulsó a decidir mostrar la vida en un barco pesquero?

-Todo surge como un accidente. Yo llegué a Uruguay buscando el parte de defunción de un tatarabuelo mío que murió en un atentando en el puerto de Montevideo en 1910. Ahí entré en contacto con el puerto, con los armadores gallegos y con las tripulaciones africanas y asiáticas. Quería buscar a un personaje pero teminé encontrándome a mí mismo como tal.

- Usted visitó el puerto de Montevideo durante cuatro años, ¿cómo es el día a día antes de partir a alta mar?

-El barco se vuelve un protector de tu propia conciencia. Al salir de ese barco, nada es lo que te imaginas. Primero se descarga el pescado, se limpia el barco, se cocina y, después, si los marineros salen de la nave, solo lo hacen una vez a la semana. Me interesaba ver cómo se quema el tiempo y se convierte en una burbuja para, después, volver otros 70 días a estar atrapado en alta mar.

- ¿Qué buscaba transmitir con este largometraje?

-En ningún momento tengo la intención de retratar a un marinero como un personaje. La cámara se mueve como un fantasma que busca una inteligencia a través de los demás, no transforma a nadie en un objeto con el que la audiencia se identifique. Todo es mucho más estético y sensorial, intentar desarrollar una lírica sobre la idea de la distancia. Saber quiénes somos una vez estamos lejos de nuestro hogar.

-Las diferentes nacionalidades de los tripulantes supon drían una barrera idiomática, ¿fue complicado romperla?

-Una simple foto servía para comunicarse. El móvil era un filtro de comunicación. La retórica con la que dialogan es muy dura... tuve que intentar adaptarme a mi propio personaje dentro de este contexto y de la personalidad que ellos tenían.

- A la hora de crear contenido, ¿dónde busca su fuente de inspiración?

-Siempre tienes un imaginario de lo que has visto o leído. Primero busco una vibración en mí mismo expuesto a un contexto que no es el mío. También busco un tipo de relevancia, es decir, qué significa mi mirada dentro de esa acción. Cuando quiero dirigir algo no me interesa planear nada ni escribir diálogos o acciones. Hoy en día creo que es urgente buscar realidades que superen la virtualidad. Me gusta hacer cine de obrero con ojo de poeta.

- Desde su punto de vista de cineasta, ¿cómo ve el sector cinematográfico hoy en día?

-En España es complicado triunfar, aunque en Galicia es más fácil tener apoyo -existen ayudas de la Axencia Galega das Industrias Culturais (Agadic)- y es una maravilla. Yo recibí 6.000 euros para hacer un cortometraje -que posteriormente se convirtió en un largometraje-, pero es una contribución muy grande.

- ¿A la larga sale rentable hacer una película?

-No, no te renta. Yo creo que es algo suicida. Para hacer cine hay dos posibilidades, o eres un burgués, o tienes un problema psicológico. Yo necesito hacer cine, porque si no se hace, ¿quién lo va a hacer?

- ¿Cree que crear estrategias como la Fiesta del cine o el día del espectador favorecen el crecimiento del sector?

-La mejor estrategia que hay en Galicia, y casi en España, es Numax (Santiago). Cines tímidos y pequeños. El cine es el lenguaje de nuestra generación y con él creamos una catarsis como la religión. Ahora mismo el cine está cambiando y se está convirtiendo en algo espacial, en un espacio psicológico. Para mí lo que favorecería el crecimiento del sector sería la creación de salas más pequeñas, más variadas y terminar con los multicines. Que el espectador tenga más acceso.

- ¿Tiene algún proyecto en desarrollo actualmente?

-Sí, desde hace un año estoy desarrollando un proyecto en el Canadá Ártico. El contexto es en unas comunidades aisladas sobre el Estrecho de Davis, en el que se produce un choque muy fuerte entre la modernidad y la tradición y conlleva problemas humanos muy serios.