Cumplir años sin desligarse de la acción y sin que conlleve un deterioro físico y cognitivo que relegue a los mayores a un segundo plano en la sociedad. Esas son las premisas del envejecimiento activo para la OMS, que utiliza otras palabras para definir ese proceso: "Mejorar al máximo la salud y la capacidad funcional de las personas mayores, así como su participación social y su seguridad". Gracias a la herramienta desarrollada por la gallega Sara Marsillas, que también habla de bienestar, los investigadores pueden medir el nivel de envejecimiento activo para cada individuo. La herramienta, que la psicóloga formada en Santiago estrenó en su tesis con lo que le quedaba más cerca, Galicia, se aplicó a los programas de Afundación para incentivar entre los jubilados más bienestar, aprendizaje y participación.

Si Marsillas demostró que los mayores más participativos (sobre todo en voluntariado) tienen mejor índice personal de envejecimiento activo que sus compañeros de generación al margen de estas iniciativas (de 0 a 1 obtenían un 0,71, diez puntos más), también ha podido extraer de su repaso a Galicia, realizado en más de 400 entrevistas a mayores de 60 años, varias conclusiones que permiten apuntar un perfil de quiénes envejecen mejor en la comunidad. Y el resultado lleva nombre de varón, tiene estudios superiores y buen salario, no ha cumplido los 80 y vive en la ciudad.

El índice de envejecimiento activo, en el que Galicia saca, como nota general, un 0,66, resulta de analizar varios componentes: salud física, funcional, estado afectivo, cognitivo, de relaciones sociales, y el nivel de actividad, de la participación social, ocio, formación continua o uso de las TIC.

La investigación de Marsillas le permitió comprobar que las mujeres, a pesar de que viven más, no viven mejor. Los varones obtienen mejor nota en salud global, tanto objetiva, como subjetiva; en la funcionalidad, el estado cognitivo y en las emociones positivas. Ellas también salen perdiendo en empleo y uso de las TIC, aunque superan al sexo opuesto en relación al ocio y al tiempo libre. Marsillas cree que hay que leer el dato teniendo en cuenta la falta de participación de la mujer en el mundo laboral. Sus tareas, recuerda, estaban más asociadas al hogar y "arrastran" los efectos de ese rol. Además forman parte de una generación en la que las mujeres estudiaban en menor medida que los varones.

Porque el nivel educativo influye. Se comprobó en otras investigaciones que ayuda a vivir más años y su análisis confirma que "a más nivel de estudios, mayor nivel de envejecimiento activo". No solo la salud es mejor, también la participación, empleo, uso de las TIC o aprendizaje continuo. Con la edad ocurre al revés y la única responsable es la biología: el grupo que no había cumplido 80 años sacaba mejor nota.

¿Y qué ocurre con el entorno? ¿Tiene el campo un efecto benéfico? En lo que es el estado de salud no hay muchas diferencias e irónicamente y pese al aire natural los habitantes del rural sacan peor nota en salud subjetiva o cognitiva. No en funcionalidad, porque la gente del campo, recuerda Marsillas, "aguanta bien". "Ellos nunca se jubilan", dice. Pero sobre todo vivir en entornos urbanos incide en más participación, que la investigadora asocia a la accesibilidad de los servicios y actividades posjubilación. "Al final es una cuestión de oportunidades", sostiene.

Y entre pareja sí y pareja no, la primera opción es mejor según sus datos, aunque cree que en ellos influye también la edad. Porque los casados y divorciados obtienen mejores "calificaciones" en envejecimiento activo que los viudos. Otro factor que contribuye a elevar el índice de envejecimiento activo son los ingresos. Por lo general, a más dinero, mayor actividad. Los encuestados con más ingresos tenían una mejor percepción de su estado de salud.