La investigadora Sara Marsillas apunta que ingresos y estudios pueden ir vinculados, y que en este grupo se eleva la participación global porque "pueden participar más". "Porque para algunos es complicado llegar a fin de mes", explica. Cuenta cómo hay personas que no pueden ir al gimnasio porque no son capaces ni de bajar las escaleras al desconocer las ayudas a las que tienen derecho. Esas situaciones la llevan a sugerir que los médicos de cabecera podrían echarles una mano. También, y dado que, apuntó, que los problemas vinculados a una mayor situación de "fragilidad" se asocian a los 80 años en adelante, tal vez, sugiere, podría saltar una alarma en el sistema sanitario que avisase de que esa persona cumple 80 años y se la citase para hacerle un chequeo y una valoración geriátrica. Se trataría, recalca, de hacer una labor "más preventiva", de "informar". Porque hacerse mayor, recalca, "no implica romper con tu vida". El envejecimiento activo, incide, es eso: un proceso para lograr una vejez "acorde" con nuestra vida, que "no desconectemos de las parte más significativas", seguir siendo "un miembro más de la sociedad".