Pocas variables resultan tan subjetivas como la sensación de sentirse pleno con la vida que uno lleva, aspecto que depende no solo de lo alcanzado y del bienestar material objetivo, sino del grado de cumplimiento de anhelos, de la resiliencia ante los golpes vitales o la frustración generada por causas externas o autoimpuestas. Y en esa balanza mental, los gallegos resultan los más exigentes y los menos conformistas o, quizás, los más tendentes a no valorar lo que poseen, pues son los que menos porcentaje de satisfacción con su vida presentan en España, lo que contrasta con unas condiciones vitales objetivas por encima de la media estatal, aunque lejos de los primeros puestos.

Esta paradoja es uno de los elementos que destacan en el estudio Las facetas del bienestar: una aproximación multidimensional a la calidad de vida en España y sus comunidades autónomas 2006-2015, elaborado por la Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE). El texto será publicado en breve, pero sus impulsores presentaron ayer las principales conclusiones, entre las que destaca la recuperación de niveles de bienestar en algunos apartados previos a la crisis, aunque con la "importante excepción" del empleo. "Hemos recuperado los niveles del año 2006, aunque aún no hemos llegado a los alcanzados en 2008 y 2009. Esta recuperación se caracteriza por grandes asimetrías: el impacto de la crisis ha tenido diferente intensidad según la variable considerada, los grupos sociales, las comunidades autónomas y, muy particularmente, las generaciones", resume.

El avance del informe llama la atención sobre esas aparentes contradicciones. "Se observa una cierta disparidad entre los niveles de bienestar [...] y el grado de satisfacción con la vida", indica. Mientras los habitantes de Baleares, Cataluña y Comunidad Valenciana presentan un peor nivel objetivo de bienestar -que el estudio analiza a partir de doce variables- "son los que tienen una percepción más positiva de su vida".

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En el lado opuesto se sitúan los gallegos. "Lo contrario ocurre en el caso de Galicia, que aparece por encima de la media en bienestar objetivo y, sin embargo, es la comunidad más insatisfecha", destaca, a pesar de que el valor en condiciones materiales en la comunidad no alcanza el 34 de media autonómica.

El informe se refiere a la encuesta sobre satisfacción de vida elaborada por el Instituto Nacional de Estadística en 2013. Sobre un máximo de diez puntos, los gallegos cifran su plenitud en un 6,1, la nota más baja de todas. Le siguen en la tabla por abajo Castilla y León (6,5) y Andalucía (6,7). El podio de felicidad lo alcanzan Baleares (7,3), Navarra (7,2) y Cataluña, Comunidad Valenciana y País Vasco, empatadas con un 7,1. No es la única estadística en que los gallegos aparecen en la cola, pues también lo hacen en cuanto a su grado de satisfacción en las relaciones personales, categoría a la que conceden un 7,2 frente al 8 de Aragón, Baleares, Comunidad Valenciana, Extremadura y Murcia.

El informe de BBVA e IVIE compara esa percepción subjetiva con una escala elaborada a partir de doce variables vinculadas a la educación, el empleo o la salud "autopercibida", entre otras cuestiones. Ahí, la comunidad gallega no aparece tampoco bien parada. Galicia recibe un valor de 31 puntos que solo supera los registrados en la Comunidad Valenciana (27), Castilla-La Mancha y Extremadura, ambas con 24, Murcia (22), y Andalucía y Canarias, que solo llegan al 17. El mejor territorio para vivir, según esta clasificación, es País Vasco o La Rioja con 43 puntos cada uno, seguidos de Navarra con 42. La media se sitúa en 34.