-El cáncer infantil se supera en un 80% de los casos. ¿Psicológicamente también?

-Es algo complicado. Cuando pasas las fases de la quimio y radioterapia, que duran en torno a un año en el hospital, vuelves a casa y comienzas con las revisiones médicas cada mes, luego cada tres, luego cada seis... El problema es que dependiendo de la edad, el niño puede tener problemas psicológicos. Mi hija, por ejemplo, quedó muy traumatizada por la experiencia. Dese cuenta de que es un año en el hospital con un tratamiento durísimo, que hace que se les caiga el pelo, algo que sobre todo para las niñas es terrible, y que están sufriendo. ¿Se curan? Sí, cada vez más pero la parte de psiquiatría y apoyo psicososial también es importantísima porque les hace mucha falta. A los niños y a los padres.

-Tiene que ser agotador estar 24 horas, 365 días en el hospital...

-Mucho. Por eso nos gusta trabajar desde dentro. Nos gustaría no tener que hacer falta, porque eso significaría que no hay niños enfermos, pero mientras los haya, por lo menos que lo pasen lo mejor que puedan en la medida de lo posible, y sobre todo, que continúen siendo niños, que jueguen. Y nos gustaría hacer más, pero somos una asociación pequeña y no tenemos muchos recursos. Por eso celebramos el mercadillo solidario de Vigo [abierto hasta hoy en la sede Afundación], para recaudar fondos para ayudar a estos niños.