Experta en gestión cultural, patrimonio histórico, turismo cultural y artes aplicadas, Carmen Molina trabajó durante años en diferentes instituciones culturales, entre ellas el Museo del Ferrocarril de Madrid, donde ejerció como subdirectora. Fue precisamente ahí, con 50 años ya cumplidos, cuando descubrió que tenía síndrome de Asperger. "De pequeña tenía problemas para hablar y con 6 años a mis padres le dijeron que tenía autismo pero como a los meses ya hablaba con normalidad y según el médico era lista pues mis padres se olvidaron del asunto y yo crecí sin problemas, me fui adaptando y trabajé en varios puestos sin problemas. Pero fue cuando adquirí más responsabilidad laboral cuando comencé a notar las dificultades al tener que dirigir equipos, tener relaciones institucionales o estar más expuesta al público", señala.

Molina reconoce que todavía perviven muchos falsos mitos sobre estos trastornos. "La sociedad focaliza al autista como una persona con discapacidad intelectual, que no habla y repite movimientos y eso es una minoría de la minoría porque los trastornos de espectro autista son muy amplios y en el caso de la discapacidad, ésta solo afecta a una pequeña parte", indica Molina, quien insta a los padres a "cambiar el chip". "No se les puede infantilizar ni sobreproteger, hay que emponderarlos y entrenarlos para salir al mundo. La buena noticia es que en el autismo siempre se va a mejor", indica Molina, quien preside la Asociación Sinteno en la que trabajan por la inclusión real de las personas con autismo en la sociedad y desde la que acaban de presentar una proposición no de ley a favor de la mujer autista en el Congreso para que se fomente la investigación.