El humorista gráfico Antonio Fraguas, Forges, murió anteanoche de un cáncer de páncreas diagnosticado hace un año. Tenía 76 años de los que ejerció 53 como humorista gráfico y 47 como fenómeno social en cualquier medio de comunicación o soporte de impresión, seguido por tres generaciones de forgesmaniacos. Fue el humorista de las clases medias cultivadas y de la democracia española. Saltó al éxito nacional en la revista madrileña Hermano Lobo (1970) y se prodigó en diarios, semanarios, pegatinas, películas, discos, fascículos, libros, cuadernos, programas de televisión y radio, manuales de informática, redes sociales?

Parte de Forges se entiende gracias a la familia en la que se crió este madrileño. Fue el segundo de los nueve hijos del periodista Antonio Fraguas Saavedra -natural del municipio de A Fonsagrada (Lugo)- y de la profesora de francés Ascensión de Pablo, que formaron una familia en la que se valoraba y practicaba humorísticamente el lenguaje barroco. Las aportaciones lingüísticas de Forges son un dialecto de aquel idioma casero. Hay algo familiar no sanguíneo en su humor que hacía de sus lectores una fraternidad basada en conocer ese idioma y en disfrutar ese tipo de "parida" inocente y contínua de una parte de sus chistes.

El vaquero entra en el salón y pide al barman.

-Un chinchón.

-Dulce o seco.

-Da igual, es para tirárselo a la cara al bueno.

De su padre salió el consejo de la originalidad: "Si haces un chiste tiene que saberse que es tuyo a distancia". Para decirlo en idioma forgés, Forges era "originalérrimo". Llevó la singularidad a cada una de las artesanías del humor gráfico. La rotulación alta, el formato del globo con su reborde grueso, las palabras de su interior ("muslamen", "bocata" y derivados) o su bocadillo de remate del diálogo que hasta la muerte de Franco fue "Jopé"; en la transición, "País" y en los últimos años, "sactamente".

Aprendió a dibujar durante la postración de una encefalitis infantil. Se decía un mal dibujante pero era capaz de representar lo que necesitaba en un estilo coherente que no se parecía al de nadie -lo que le hacía inimitable e incomparable- y que resultaba simpático pese a ser, en principio, antisimpático.

Una paradoja del humorista de la gente cultivada es que fue un pésimo estudiante que a los 14 años entró en la primera televisión a trabajar en cosas técnicas (uno de sus episodios personales fue la reparación del televisor de Franco en el palacio de El Pardo). De su paso por TVE recordaba el trato con Alfonso Iglesias, el creador de Pinón, Telva y Pinín, por sus animaciones manuales para programas deportivos, de información agraria y variedades.

Ese mal estudiante que abandonó el bachiller, que debutó como chistógrafo en Pueblo gracias a Jesús Hermida, y que publicó en Arriba tuvo una inquietud intelectual incesante que dirigió en muchos sentidos, uno ellos la historia de España, que contó forgianamente en fascículos como Los historiciclos. Los forrenta años y otro, las nuevas tecnologías, a las que se incorporó de inmediato y sobre la que hizo manuales de introducción a la informática.

El mal estudiante cautivó a los universitarios de los años setenta, trenka y barba, por su humor de base culta y altura nonsense, a veces de actualidad, a veces intemporal, con personajes nuevos (los Blasillos) y otros clásicos, como el matrimonio mayor, al que le dio diálogos nuevos. Dice él a su mujer, en la enorme cama:

-Si eso, una noche de estas quedamos y nos tomamos una copa.

El Juan Español fue en Forges Mariano en sus caracterizaciones de oficinista, burócrata de media altura, cabreado, veraneante o beodo, muy inferior ante la buenorra del muslamen, la gruesa Concha de sus represiones, y la esposa lectora e indiferente.

En Hermano Lobo (revista dirigida por Chumy Chúmez e inspirada en Hara Kiri, antecedente de Charlie Hebdo), Forges y el Perich querían más actualidad, formaban parte del área más combativa y en ella siguió en Por favor, una escisión de la revista trasladada a Barcelona que llegó a los kioscos en 1974. Siguió toda la enfermedad y muerte de Franco y asomó a las lindes de la libertad en los confusos meses que siguieron. Forges publicaba con Maruja Torres, Manuel Vázquez Montalbán, Manuel Vicent, Umbral y otras figuras de lustre del nuevo sistema político mientras que en Madrid sus viñetas aparecían cada día en el vespertino Informaciones.

Fue fundador de El Jueves. En la espera a una de las reuniones preparatorias, en Barcelona, entró a deshora en un cabaret, pidió la consumición a oscuras y vio la representación entera sin entender por qué sólo el aplaudía... Hasta que se supo el único espectador.

Era una de sus historias incrédibols, como aquella de 1959 en que perdió un vuelo de Barcelona a Madrid y cuando llegó a su casa le tenían por muerto porque el avión se había estrellado dejando una veintena de cadáveres, entre ellos el atleta español Joaquín Blume.

Se estima que Antonio Fraguas, Forges,Forges pudo haber dibujado un cuarto de millón de chistes. En lo últimos años trabajaba sobre papel satinado con rotulador indeleble.

Publicó durante 20 años en el Grupo 16, se fue con Pedro J. Ramírez a El Mundo y de allí lo fichó Joaquín Estefanía para El País en 1995.

Su humor siempre fue alegre pero ni inocente, ni blanco. En los últimos años se volvió más institucional, con muchas viñetas para consolar tristezas sociales, apadrinar causas justas y sacar ternura a la dureza de la actualidad pero mantenía los colmillos de la intención para los plutócratas de gafas negras y para el Mariano que llegó a presidente del gobierno.

Colaboró hasta hace unos programas en No es un día cualquiera, (las mañanas del fin de semana en RNE) que conduce Pepa Fernández donde disertaba con humor sobre el humor con un hablar seguro, creativo, uniforme, a ritmo de máquina de escribir de profesional.

Fraguas fue un reivindicador del humor y de los humoristas gráficos, un hombre de trato agradable y una buena persona.

Como artista fue reconocido con la medalla de oro al mérito en el Trabajo (2007), la medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes (2011), el premio Internacional Quevedos 2014 a toda una vida de humorista gráfico, el doctorado Honoris Causa por la Universidad Miguel Hernández, de Elche, y fue condecorado con las chinchetas que convertían los tablones de anuncios en cuadros de honor donde reír y asentir sus chistes.