A su vuelta a Japón después de un año de intercambio en Santiago, la estudiante Kaede Nakano descubrió que sus profesores de Estudios Hispánicos de la Universidad de Aichi, tanto sus compatriotas como los originarios de Cataluña, no entendían cuando utilizaba palabras como "riquiño", "carallo" o exclamaba "¡home!".

La respuesta la encontró poco después, mientras buscaba el tema para la tesina preceptiva para conseguir su título universitario. Dado que su especialidad es la sociolingüística y quería hacer algo relacionado con Galicia, se puso a bucear por internet y se topó con un texto sobre la mezcla entre los idiomas gallego y castellano. Tiró del hilo y apareció el 'castrapo', un concepto que desconocía, pese a que lo había vivido en primera persona.

Entonces Kaede entendió por qué, al llegar a Santiago, no comprendía expresiones y palabras y detectaba errores gramaticales en el castellano de sus amigos gallegos. Y tuvo claro que ese sería el tema de su trabajo de fin de carrera. También a sus profesores les gustó la idea: "Nadie sabía de la existencia del 'castrapo', se sorprendieron mucho al saber de su existencia", afirma la estudiante nipona.

De acuerdo al saber acumulado a lo largo de su carrera, el 'castrapo' es un fenómeno sin parangón, tampoco en su país. "En Japón, que yo sepa, no existe. Pero cada zona tiene su dialecto y a veces sin querer y sin saber, nos salen palabras o expresiones del dialecto cuando hablamos en japonés. Podría ser 'japotrapo' pero el dialecto no es el idioma, así que la situación no es la misma".

Al margen del debate académico sobre qué es el 'castrapo' -la Real Academia Galega lo define como "variante del castellano hablada en Galicia, caracterizada por la abundancia de palabras y expresiones tomadas del idioma gallego", pero otros lingüistas consideran que la relación es a la inversa-, a Kaede le interesaba la percepción que los propios gallegos tienen del fenómeno.

Por eso, su investigación se basa en entrevistas y encuestas que realizó durante su estancia en Santiago. El resultado: la mayoría piensa que el 'castrapo' es una mezcla de los dos idiomas, sin que predomine ninguno de ellos. Todos, además, son conscientes de la mala imagen que da usar el 'castrapo' en público o en situaciones formales.

Esa unanimidad varía en la percepción del fenómeno lingüístico según edades. Los mayores de 40 son más críticos con la mezcla de idiomas, aunque eso se contradijese con sus propias prácticas: "Algunos entrevistados que tienen más de 40 años contestaron en castellano y dijeron que nunca hablan 'castrapo', pero resultó que hablando en castellano metieron algunas palabras en gallego y expresiones tomadas del gallego", explica Kaede.

Cuestión de identidad

Los veinteañeros y treintañeros, en cambio, " tienen más consciencia lingüística y no critican la existencia del 'castrapo', solamente lo restringen al ámbito familiar y a situaciones de confianza". "Los jóvenes lo admiten y creen que forma parte de sus identidades", sentencia.

Kaede opina que la existencia del 'castrapo' no es la manifestación de un problema sociolingüístico: "Los gallegos tienen consciencia lingüística y están orgullosos por el gallego. Si no tuvieran consciencia lingüística, nadie se daría cuenta de que está mezclando idiomas ni se le ocurriría denominarlo", reflexiona.

A nivel personal, la estudiante, una enamorada de Galicia, se siente "muy orgullosa" de poder utilizar el 'castrapo' cuando habla con sus amigos gallegos, aunque no sepa demasiadas expresiones. "Malo será" -una de las que más usa- que no vaya aprendiendo más.