Todos hemos escuchado que las drogas afectan directamente a la salud de los consumidores, modifican las respuestas del organismo y causan dependencia física, síndrome de abstinencia y dependencia psíquica. Alcohol y tabaco (que también lo son aunque no lo parezca) se toleran socialmente a pesar de que sus efectos negativos (a varios niveles) son muy conocidos. El cannabis es el más popular entre los jóvenes y lo consideran una sustancia relajante. La cocaína y otros estupefacientes se consideran más peligrosos, pero esa percepción no evita que sean consumidos por un numeroso grupo de población.

Los datos que manejan los expertos confirman que más de 40.000 menores conflictivos son consumidores de hachís o marihuana. Su uso suele asociarse al del tabaco y el alcohol y, aunque ellos no lo perciben así, este policonsumo puede llevarles a otras sustancias ilegales de enorme peligro vital. El inicio temprano en la utilización lúdica del cannabis (entre los 14 y 15 años) provoca alteraciones de memoria, de la capacidad de relacionar conceptos y de la concentración cerebral (pues actúa a nivel del hipocampo y la amígdala) y, como consecuencia, fracaso escolar. También se ha demostrado que causa problemas de intoxicación aguda (psicosis, depresión, delirios, ataques de ansiedad, etc...) que deben ser tratados inmediatamente.

La FAD señala que los jóvenes se inclinan por las conductas de riesgo como un mecanismo para experimentar y transgredir las normas establecidas por los adultos y que, quienes han adquirido ciertos valores antes de la adolescencia (conocer el tema de las drogas y sus peligros, desear protegerse, etc...) tienen mayores probabilidades de no incurrir en estos errores que ponen en peligro su vida. De ahí que la educación sea un pilar fundamental para evitar este tipo de conductas.

En una primera fase de utilización, el contacto resulta placentero y el usuario no ve ningún problema. En poco tiempo, se producen cambios de comportamiento y conducta, disminución del rendimiento académico, alteraciones del sueño, variación del carácter, aislamiento, etc., y es en ese momento cuando se percibe el problema real que se ha originado. Normalmente es el consumidor el que solicita ayuda para dejarlo, pero los familiares deben estar pendientes de lo que ocurre y ayudarle a dar el paso.

Resulta fundamental que los adultos que les rodean colaboren en la prevención del consumo. No pueden sentirse culpables por no detectarlo o enfadarse cuando se les hace ver; simplemente comprender la problemática y colaborar en la prevención dentro de sus posibilidades. Se proponen varias ideas que pueden ayudarte a hacerlo:

-Retar a los jóvenes a rechazar la oferta de la droga por parte de sus conocidos.

-Enseñarles a decir que no y a disfrutar de otras opciones vitales. No tienen que sentirse raros por no hacer lo que hacen los demás.

-Informar de lo que están consumiendo y los efectos que tiene. Es importante que comprendan la situación para que entiendan cuál es la mejor opción.

-Conocer los riesgos asociados al consumo. Son muchos y variados. No es un cuento de hadas como ellos parecen creer.

-Demostrar que los adultos no utilizan esas sustancias. Poner como ejemplo a alguien a quien admiren para que se motiven mejor.

-Dejarles pensar en lo que de verdad ocurre cuando se enganchan a las drogas. Tienen que tener tiempo para entenderlo y facilitarles la comprensión explicando lo que sabemos o preguntando a los expertos en la materia.

-Establecer mecanismos que permitan la comunicación constante entre padres e hijos.

-Educar en valores y promover la crítica frente a la presión del grupo.

La imposibilidad de controlar el deseo de consumo y hacer lo que sea por conseguir la droga son los signos que determinan que la adicción existe ya. En este momento es fundamental actuar de manera efectiva para recuperar al individuo. Los expertos señalan que la atención debe ser integral y coordinada actuando a niveles psíquicos (terapia) y físicos (medicación). Existen tratamientos específicos para cada sustancia entre los que destacaría el bupropión (para dejar de fumar), los interdictores (para el alcoholismo), la metadona (en el caso de la heroína), etc...

Son muchos los programas utilizados para dar solución al problema de la adicción, pero lo fundamental es el deseo del paciente de salir de esa situación y su intención de recuperar su propia vida. Busca el que mejor se adapte a tu problema y consulta las dudas al médico. No desesperes porque normalmente tiene solución.