Después de cinco meses de espera, la Audiencia de Navarra ha condenado a 9 años de cárcel y cinco años de libertad vigilada tras el cumplimiento de la pena a cada uno de los cinco miembros de La Manada.

Se les condena por delitos continuados de abuso sexual, pero no por violación ya que el tribunal ha considerado que no ha habido agresión sexual. Uno de los tres magistrados ha pedido la absolución de los acusados, solo plantea condenar por delito de hurto a uno de ellos.

He leído la sentencia, la he vuelto a leer, y he pensado en la reacción que ha podido tener la víctima y su entorno. A la vez, mis pensamientos fueron navegando por mi propio ámbito, sobre todo, a través del mundo femenino que me rodea; mi madre, mis tías, mis primas, mis amigas, mis compañeras de trabajo, mis conocidas, mujeres que con las que comparto el día a día, y que son importantes para mí, y he pensado en cómo habrían recibido ellas esta noticia.

Estoy seguro que todas, aunque tengan perfiles muy diversos respecto a sus ideas, personalidad, gustos, vidas, situación social, o edad, han experimentado sentimientos similares; decepción, indignación, tristeza, asco, miedo, inseguridad, y rabia, sobre todo, mucha rabia. Todas las mujeres de este país se han sentido víctimas de La Manada, y comparten el resultado de esa sentencia como si Ellas fueran las damnificadas.

Ellas nos cuentan que cada vez tienen más recelo a la hora de ir solas por la noche para casa, que cualquier ruido a sus espaldas hace que sus alarmas se disparen y se pongan alerta, que les da miedo en ocasiones entrar en portales, en garajes, en dar paseos solas, es decir, que sienten que su libertad cada vez está más mermada en vez de ser más amplia.

Ellas se lamentan de que no se sienten protegidas por las leyes, y sentencias como ésta no hacen más que darles la razón. Sin embargo hay esperanza, a la vez que los micromachismos crecen, también lo hacen Ellas, más unidas que nunca, más mujeres que nunca y con la fuerza del futuro en sus manos; así lo han demostrado el pasado ocho de marzo.

Estoy seguro de que van a conseguir grandes logros, porque el futuro es suyo y algún día conseguirán que sus hijas vivan la igualdad plena en derechos, como también lo estamos esperando muchos de los hombres que estamos a su lado y las apoyamos.