Es una situación más frecuente de lo que puede parecerte y que precisa de una actuación rápida y contundente. Surge de manera espontánea e inesperada pudiendo provocar la asfixia de quien lo sufre, llegando a ser mortal en algunos casos. De hecho, los datos avalan que la asfixia es la segunda causa de muerte por accidente doméstico en España en menores de tres años. Lo mejor es la prevención y, si el caso se complica, mantener la calma y tranquilizar a la persona atragantada, llamar a los servicios de emergencias y seguir sus indicaciones.

Cualquier cuerpo extraño que quede atascado en la garganta o en las vías aéreas puede impedir el paso de oxígeno a los pulmones y, consecuentemente, al cerebro. A este nivel las células son muy sensibles a esta carencia llegando a provocar una hipoxia que puede generar un grave daño a nivel cerebral e, incluso, la muerte. Obviamente, no todos los atragantamientos presentan la misma gravedad, pero deben ser tratados con mucho cuidado para evitar situaciones de peligro.

Las causas son numerosas y variables. En los adultos suele producirse por los alimentos mal masticados o los objetos de pequeño tamaño que se mantienen en la boca de manera casi inconsciente (no es raro ver una tapa de bolígrafo o un clip metálico en la boca de muchos oficinistas). En el caso de los niños, puede deberse a trozos de comida demasiado grandes para su edad, pequeños objetos que se meten en la boca como un juego, caminar o correr con la comida en la boca, etc.

De manera preventiva se recomienda:

-Cortar los alimentos en trozos muy pequeños o en forma de puré en función de las necesidades del comensal. Si se padece alguna patología asociada a la deglución, por ejemplo, es fundamental dar la textura adecuada a todo lo que se introduce en la boca del enfermo.

-Masticar de manera lenta y cuidadosa empapando los bocados con saliva antes de tragarlos para facilitar su deglución. El proceso de masticación es muy importante para lograr que los alimentos adquieran la forma idónea que facilite su deglución.

-Evitar hablar mientras se mastica o se traga. Aquí está bien aplicada la frase: "No se habla con la boca llena" porque, además de que resulta desagradable, puede provocar el atragantamiento.

-Enseñar a comer a los niños. Despacio, masticando bien los alimentos, manteniendo una atención constante a ese momento, etc. y sin mirar continuamente a las pantallas de los móviles con los dibujos animados que los despistan y no permiten que se concentren en lo que están haciendo.

-Mantener lejos del alcance de los niños pequeños objetos que puedan atascarse en su garganta. Juguetes, pilas, bolas, globos, etc. son mucho más peligrosos de lo que nos parece. Es fundamental elegir bien los juguetes que ponemos a su alcance. Deben estar adaptados a su edad y seguir todas las normas de seguridad marcadas por la legislación.

-Obligar a los niños a comer sentados y quietos. No deben acostarse o correr con la comida en la boca porque esas actitudes favorecen los atragantamientos, además de ser una falta de educación.

-Vigilar al niño durante la comida y evitar que tenga a su alcance ningún objeto que pueda causar un accidente de este tipo. No debemos dejarle solo en ningún momento y mantener nuestra atención de manera constante mientras no acabe de comer.

-Evitar el acceso de los niños menores de cinco años a alimentos que puedan causar atragantamientos (caramelos, frutos secos, jamón serrano, etc.). Cuidado especial con el jamón serrano, que debe estar muy bien cortado y ser bien masticado antes de tragarlo.

Si alguien se atraganta a tu lado, la primera reacción inmediata e instintiva es la de golpear su espalda porque a ello estamos acostumbrados. Esta actitud no es la adecuada porque puede provocar que el objeto "atascado" obstruya la vía aérea y provoque la asfixia que deseamos impedir. Lo adecuado es animar a la persona que tosa de manera repetida porque es el mejor mecanismo para expulsar el objeto. La mejor opción es realizar la maniobra de Heimlich si se tienen los conocimientos necesarios para poder hacerla bien. Si se mantiene la situación y no mejora, debemos llamar a urgencias y seguir las indicaciones médicas.