Carmen Reija.Esta patología psiquiátrica abarca un amplio grupo de trastornos de etiología diversa caracterizados por la presencia de síntomas conductuales similares cuya nota más destacada es la existencia de una disociación entre la realidad y la percepción que el enfermo tiene de la misma. El desorden cerebral está provocado por varios factores distintos: predisposición genética, alteraciones bioquímicas a nivel cerebral, procesos patológicos cerebrales, problemas durante el embarazo o el parto, etc. En cualquier caso, las características del propio paciente y de su entorno (familia, desarrollo, aprendizaje, medio y lugar de residencia, posición social y económica, etc.), son determinantes en cuanto a la edad de inicio y su gravedad.La enfermedad se diagnostica tras descartar otros problemas como el consumo de cocaína, anfetaminas o alcohol. Supone una alteración persistente de al menos seis meses de duración en los que, en uno como mínimo, aparecen los denominados síntomas positivos (ideas delirantes, alucinaciones, incoherencia y bloqueos mentales, manías persecutorias, conducta desorganizada y catatónica, etc.) y negativos (lenguaje desorganizado, utilización de palabras inventadas, déficit de atención, abulia, disfunción laboral y/o social, etc.). Su curso viene dado por exacerbaciones y remisiones influenciadas por el entorno familiar, social y laboral así como por el cumplimiento efectivo -o no- del tratamiento. Tras el primer episodio psicótico el paciente se recupera gradualmente, quedando en una situación vital relativamente normal durante un tiempo. Con cada recaída de la psicosis se produce un deterioro adicional del nivel de funcionamiento y la imposibilidad de volver al estado de salud previo.Un enfermo psicótico se caracteriza por presentar problemas a nivel de su pensamiento, tener dificultad para tomar decisiones, controlar sus emociones y por mantener unas relaciones sociales muy deterioradas. Las manifestaciones externas serían las siguientes:-A nivel del estado de ánimo: los pacientes pueden estar deprimidos, perplejos, aterrorizados o aislados, con disminución de la emotividad o presentan respuestas emocionales demasiado enérgicas e inapropiadas.-A nivel de la percepción: cualquiera de los cinco sentidos se puede ver afectado, aunque las alucinaciones más comunes son las auditivas, escuchando voces amenazantes e insultantes. También son frecuentes las alucinaciones visuales.-A nivel conductual: los pacientes tienen poco control de los impulsos cuando sufren una crisis. Algunas actitudes impulsivas, como los intentos de suicidio y homicidio, se producen como respuesta a sus alucinaciones.-A nivel sensorial y cognitivo: no están desorientados. La memoria suele permanecer intacta y con escasa conciencia respecto de la naturaleza y gravedad de su enfermedad.El tratamiento actual es multifactorial:-La hospitalización se indica con fines diagnósticos, para instaurar la medicación, por seguridad del paciente si padece ideas suicidas u homicidas y en caso de comportamiento muy desorganizado o inapropiado que conlleve incapacidad para cuidar de sus necesidades básicas. El suicidio es una causa frecuente de muerte entre estos pacientes, pues casi un 50% intentan suicidarse al menos una vez en la vida.-La terapia farmacológica se basa en la administración de fármacos antipsicóticos, clásicos o típicos (como clorpromazina y haloperidol) o atípicos (como clozapina y risperidona). La existencia de efectos secundarios negativos hace necesario en algunos casos pautar otros medicamentos del tipo de los anticonvulsivantes (carbamazepina o valproato, solos o en combinación con litio) o las benzodiacepinas (lorazepam). El seguimiento de la terapia permite que los pacientes lleven una vida normal cuando ésta comienza a ser efectiva.-La terapia psicosocial es de aplicación reciente y se plantean dudas respecto a su efectividad. Se realiza terapia conductual para el entrenamiento en habilidades sociales, terapia de grupo para integrar al paciente en la sociedad y terapia cognoscitiva para mejorar las distorsiones de la realidad.La sociedad no debe rechazar a estos enfermos, pues con el tratamiento indicado pueden participar de la vida normal, lo que incluso ayudará a su recuperación. Los cuidadores, que merecen la solidaridad de todos, deben conocer bien la enfermedad y su tratamiento para poder actuar adecuadamente en todo momento. El especialista y quienes les rodean pueden ayudarlos a sobrellevar la situación y colaborar en las tareas que precisen.Carmen Reija López es licenciada en Farmacia y diplomada en Óptica
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