La doble vida de Mónica J.F., la mujer que confesó haber matado a su hijo de nueve años en Maó (Menorca), comenzó el mismo día en que ahogó al niño en la bañera de su casa. Tras el crimen, la mujer siguió contando a través de Internet a sus amigos gallegos vivencias ficticias del menor en la isla, hasta el punto de inventar que había hecho la comunión o que recibía clases de catalán. Mientras su pareja pensaba que el niño era un sobrino que regresó a Galicia tras una visita, varios conocidos de la mujer en aquella comunidad recibían información periódica sobre su vida en la isla.

La acusada utilizaba los blogs de sus amigos para dejar comentarios sobre su día a día en Menorca. En su confesión ante la Policía, la mujer explicó que cometió el crimen y se deshizo del cuerpo el 10 de julio de 2008. Dos días después escribió: "Nos vamos para Mallorca, que me han trasladado allí. César está contento. Está yendo a clase casi todos los días, son clases de verano y así me ahorro la pasta de la canguro". Dos semanas después le dijo a su amiga que el niño iba a "aprender catalán" y que preguntaba cuando iría a verles a Menorca.

Una comunión imaginaria

"Al niño le hice ayer la comunión. Fue bien vestido, pero no de marinero", aseguró la acusada a esa misma amiga el 2 de noviembre de 2008, cuando su hijo César llevaba ya casi cuatro meses muerto. "Lo pasó muy bien. Eran él y cinco amiguitos que hizo en el cole. Una pequeña merienda y listo", detalló la mujer a esta amiga. "Muchos besos de César, que habla mucho de ti todavía. Creo que eres la única de la que no se olvida", añadió.

Durante los últimos dos años y medio, la madre justificó que ella y su hijo no regresaran a Galicia. "No creo que podamos ir en Navidades. Estuve ingresada por meningitis y todavía estoy de médicos", explicó en el blog de un conocido el 7 de noviembre de 2008.

En estos comentarios, la mujer, que ayer seguía en Maó a la espera de ser trasladada a la cárcel de Palma, describe sus primeros días en Menorca, cuando dejó a su hijo en Galicia a cargo del padre tras conocer a otro hombre por Internet y decidir irse a vivir con él. "Está muy raro y mosqueado porque me he venido a trabajar", decía la mujer el 17 de marzo de 2008, recién llegada a la isla, sobre el padre del pequeño. "Ahora se da cuenta de lo que es estar con el niño todo el día y no tener libertad para hacer lo que le da la gana. Me dice en un SMS: ´Quiero que te vuelvas este mes o me das una dirección para mandarte al niño´. ¿Te lo puedes creer?", explicó. "Si no le gusta, que le deje el crío a mi madre y ya lo recogeré yo cuando vaya", concluyó.

Mónica J.F. anunció en mayo de aquel año que regresaba a Galicia unos días tras la negativa del padre a asumir el cuidado de su hijo. "El niño en un principio se queda con su abuela. Cuando todo empiece a ir como debe me traigo al niño para aquí. César va a estar con quien debe, o sea, conmigo y jamás en la vida se me ocurrirá otra vez dejarlo con nadie que no sea mi madre", afirmó.

Tras este viaje, el menor se quedó hasta final de curso con sus abuelos en Noia (La Coruña). El 7 de junio, tres semanas antes de que el niño viajase a Menorca para instalarse con su madre, esta comentó: "El niño muy bien. Se porta mejor en el colegio y está muy contento. Hoy iba a llamarlo pero la verdad no es buen día".

César llegó a Maó el 1 de julio. Tenía nueve años y nadie en la isla, según la investigación de la Policía, sabía que el niño era su hijo. La mujer contó a su pareja que el pequeño era su sobrino y que solo había ido a pasar diez días con ella. Pasado este plazo, ahogó al niño en la bañera y metió el cadáver en una maleta que abandonó en la zona de Binidalí. Su novio, que según las pesquisas no estuvo implicado en el crimen, no volvió a saber más de aquel ´sobrino´.

Cuando el pasado viernes la Policía llamó a la puerta, Mónica J.F. les explicó que su hijo estaba en Galicia, luego contó que lo había encontrado muerto en la bañera y acabó confesando que lo ahogó con sus propias manos, "agobiada" por no haber contado a su pareja que tenía un hijo.

Una mentira que la mujer se ha encargado de mantener durante dos años y medio, mientras con otras mentiras conseguía que a ojos de sus amigos, el niño siguiera vivo y nadie le echara de menos.