"Mónica es mentirosa compulsiva y no muestra arrepentimiento por el asesinato de su hijo". Estas son las conclusiones alcanzadas por los facultativos tras realizar un minucioso examen psicológico a la joven de Noia que mató a su niño de 9 años tras ahogarlo en la bañera en su casa de Menorca y después metió su cuerpo en una maleta que abandonó en una zona boscosa. El crimen no se descubrió hasta dos años después -concretamente el pasado noviembre-, cuando una pareja de turistas encontró la maleta y su macabro contenido.

Mónica Juanatey, de 30 años, confesó que había asesinado a su hijo César para ocultarlo a su nuevo novio. Tras su detención y encarcelamiento, continúa la instrucción de este caso y los psicólogos que examinaron a la joven han concluido que no padecía enfermedad mental alguna y que estaba plenamente capacitada para distinguir el bien del mal. Los peritos se entrevistaron con la parricida en el Centro Penitenciario de Palma durante un mes.

Los forenses constataron la facilidad de Mónica para falsear la realidad. De hecho, ella misma reconoció estar mintiendo de manera compulsiva desde la adolescencia, desde que cumpliera los 16 años. "Tapaba una mentira con otra", señalaron.

En el transcurso de estas entrevistas, Mónica llegó a confesar que su hijo "le molestaba". Tampoco dio presuntamente la menor muestra de arrepentimiento, aunque la ausencia del niño le había acarreado sentimientos de añoranza.

La mujer, después de consumar el asesinato de su hijo César, introdujo el cadáver en una maleta. Fue el hallazgo del esqueleto dos años después lo que condujo a su detención. La madre del menor aseguró a los psicólogos forenses que estaba convencida que "la cogerían".

El crimen conmocionó a los vecinos de Noia, localidad natal de esta joven. La mujer había abandonado el municipio en marzo de 2008 dejando allí a su pareja sentimental, con quien proyectaba casarse, y al pequeño César, nacido de una relación anterior: había conocido a un joven por internet y viajó a Menorca para reunirse con él.

Durante unos meses el menor residió en Galicia con los padres de la parricida, pero el 1 de julio de 2008 el matrimonio se lo envió a la isla. Al llegar allí el pequeño, su madre le pidió que la llamase tía y se lo presentó a su nuevo novio como un sobrino que había acudido a pasar unos días con ellos.

A los diez días de la llegada de su hijo, lo mató, según ella misma confesó, y lo metió, junto a sus pertenencias, en la misma maleta que había traído el niño en el viaje. Hasta el hallazgo del cadáver dos años después, la joven fingía ante sus amigos y allegados de Noia que el pequeño seguía vivo. Pero el hallazgo de la maleta con los restos óseos del pequeño puso fin a todas las mentiras.