Un día clave en los últimos que vivió Asunta fue el miércoles 18 de septiembre, cuatro días antes de que su cuerpo fuera hallado en una pista forestal de Teo. Ese día la niña no acudió a clase en el instituto Rosalía de Castro y el Ministerio público, en su escrito de calificación, atribuye su ausencia a que los acusados, Rosario Porto y Alfonso Basterra, habían vuelto "a someterla a los efectos del lorazepam".

Sobre qué ocurrió ese día las versiones discrepan. La última la ofreció ayer la cuidadora de la niña, Carmen, quien sostuvo que, aunque acudió ese día al domicilio de Rosario Porto para trabajar, cuando llegó no estaba Asunta. "Le pregunté a Charo y me dijo que estaba en casa de su padre, que estaba mal", aseguró al tribunal. "Y el jueves, cuando llegó a casa, que llegó como siempre saltando, yo le dije 'Asunta, ¿estuviste malita?", contó. "No, estoy bien, solo tengo mal sabor de boca", le contestó la niña, "y se fue a su habitación e hizo los deberes como siempre".

La versión de la historia que trasladó la cuidadora no coincide con la que ofrecieron los dos protagonistas que se sientan en el banquillo de los acusados. Rosario Porto comentó que tenía "unas décimas de fiebre" y que se quedó en su domicilio, lo que suscribió Basterra. No obstante, ya entonces el fiscal le hizo notar que fue él quien envió a la progenitora de la pequeña un whatsapp en torno al mediodía en el que le decía que estuviese "tranquila", ya que Asunta se encontraba "cada vez mejor", un argumento que Basterra encajó aludiendo a que pudo haber pasado por allí a verla porque le preocupaba, pero que no llevaba un registro de su vida.

El episodio es clave para el fiscal, ya que, también durante el interrogatorio de Basterra, destacó que el día anterior, el 17 de septiembre, había sido desconectada la alarma de la casa de Montouto. Basterra negó haber estado allí, aunque sí aludió a que había visitado el chalé el viernes 13, y Porto también rechazó haber visitado entonces la finca.

El testimonio ofrecido ayer por Carmen, que llegó a casa de Rosario Porto y Alfonso Basterra solo un poco más tarde que Asunta, en 2002, muestra otra visión de aquella jornada. Y no fue lo único en que manifestó discrepancias con los progenitores acusados de la muerte de una niña con la que parecía mantener una estrecha relación. Porque Carmen no solo se ocupaba de las "tareas de casa", como ella misma dijo, cuatro días por semana, sino que su otro principal cometido era cuidar a la pequeña. Su relación era tan cercana que Asunta pasó en su casa de Val do Dubra parte del último verano de su vida, desde el día 28 de agosto al 10 de septiembre.

Pero no fue solo esa vez. Carmen contó que en 2013 había estado en su casa en mayo y que tenía por "costumbre" llevársela cada temporada por Semana Santa. Fue taxativa a la hora de afirmar que "tenía una salud perfecta" y que no tenía constancia de que tuviera alguna dolencia o alergia. De hecho apuntó que Semana Santa es "en primavera" y que en su casa la niña "no tuvo nada". Tampoco la vio "nunca" mareada en casa y no le confirmó al letrado de Rosario Porto ni que tuviera tendencia a estornudar ni que bromease, al menos con ella, con contar cuántas veces se repetían sus estornudos.

En lo que sí ratificó claramente a Porto es que la casa de Montouto, que también se encargaba de limpiar de vez en cuando, se utilizaba para guardar la ropa de cada temporada, verano o invierno. También manifestó que durante once años y medio de convivencia con la niña no observó ningún "comportamiento extraño" de la madre hacia la hija y que esa impresión no había variado en los últimos tiempos.

La cuidadora, que se mostró varias veces afectada, incluso hasta las lágrimas, concluyó que a lo largo de los once años y medio que trabajó en la casa de los Porto-Basterra no notó nada extraño y vio una feliz unidad, como sugirió el abogado de Rosario Porto. "Para mí era una familia idílica", dijo, en la que la menor tenía "buena" relación con los progenitores y confirmó al abogado de Porto que su defendida estaba arreglando el piso de los abuelos para ir a vivir allí con ella.

Para la niña, de la que destacó que le gustaba disfrazarse en las fiestas de Carnavales y que, aunque a ella "nunca" le contaba historias, era "imaginativa", extremó los calificativos favorables hasta que su voz se quebró: "Era una niña perfecta, inteligente, obediente, no puedo decir más". Más tarde se tranquilizó lo suficiente para añadir que era "muy madura" y que no era alguien que se extendiese hablando.

Una de las madres de niñas compañeras de Asunta que compareció ayer como testigo puso de relevancia la vinculación afectiva de la cuidadora con la niña y lo hizo aludiendo al entierro de la niña: "Me pareció que su cuidadora estaba más inconsolable que su madre". Otro testimonio, el de una funcionaria judicial, se refirió al momento en que los acusados (con la firma de ella) acudieron a pedir autorización para incinar el cadáver el lunes 23, que se les otorgó el mismo día.