Ella veía el entorno de Asunta Basterra como algo idílico: la relación con su madre "era maravillosa" y con su padre también, "muy buena, estupenda, muy alegres los dos siempre, haciéndose bromas". Teresa S., amiga de toda la vida de la familia, "desde 1940" (precisó ella), no percibió nada extraño en el día a día de la pequeña en los meses previos a su fallecimiento, el 21 de septiembre de 2013, ni tampoco en las relaciones con sus padres. Todo perfecto, según su percepción, sin notar ningún tipo de cambio. "Siempre estuvimos en contacto, constantemente, si no era presencial era por teléfono", expresó Teresa, quien definió su relación con los Porto como "muy intensa, más que amistad; somos como familia". Fue precisamente ella la encargada de recoger las cenizas de la niña "a finales de octubre", transcurrido en torno a un mes desde el fallecimiento. "Justo regresé de un viaje largo, los padres estaban encarcelados, y me encargué yo", explicó la testigo, tras ponerse en contacto y consultarlo con el abogado de Porto, José Luis Gutiérrez Aranguren.

Para Porto, según la testigo, la niña era una "preocupación constante": "un orgullo para ella ser la madre de Asunta", indicó Teresa. ¿Sabía usted que la niña era alérgica? "No", contestó. Tampoco conocía el episodio de principios de julio en el que supuestamente una persona entró en el piso de Rosario Porto, más allá de las 2.30 de la mañana, dispuesto, según palabras de Porto, a hacer daño a la niña. Teresa S. no tenía constancia de la alergia ni del intento nocturno de robo-agresión pese a haber hablado por teléfono varias veces con ellas ese verano. La amiga íntima de la casa le restó importancia: "procuraba no inquietarme (en referencia a Rosario), como lo de su enfermedad, que me enteré después", indicó la testigo.

Ella fue la última en declarar en la jornada de ayer, en la que testificaron diez personas, la mayoría por videoconferencia desde Madrid al estar vinculados al hombre cuyo perfil genético coincide con el de la mancha de semen hallada en la camiseta que vestía Asunta. R. C. J., imputado en su momento y posteriormente exculpado, fue el primero en declarar. ¿Notó algún cambio, previamente a todo lo acontecido? "No", dijo la testigo. ¿Cuándo habló con ella por última vez? "Recuerdo que debió ser el 17 o 18 de septiembre, que llamé para despedirme porque yo me marchaba de viaje, a un viaje largo, el 19 de septiembre", expresó la amiga de la casa. Ese 18 de septiembre, tres días entes de su fallecimiento, tuvo lugar uno de los episodios en los que la niña faltó a clase por encontrarse mal. En teoría no era un buen día para Asunta, el 18, según los hechos narrados hasta el momento. Sobre esta fecha también hay ciertas dudas: la cuidadora de Asunta aseguró que al ir a casa de Rosario la niña no estaba allí y la madre sí había dicho que ese día estaba en su casa, versión que dio también el padre (sí hubo un whatsApp del padre hacia la madre esa mañana diciendo que Asunta estaba mejor y que puso en duda la teoría de que estuviese en casa de ella). En todo caso, Teresa dijo ayer que el 17 o el 18 habló con Asunta y estaba "como siempre, feliz". "No le noté nada raro; era una niña muy inteligente, infantil y bromista", añadió Teresa. La niña también le dijo, según sus palabras, que no quería irse con ella unos días "que estaba muy a gusto en Vilanova". El fiscal, Jorge Fernández de Aránguiz, interrogó a la testigo sobre la relación de Asunta con su abuelo. "Como todo nieto y abuelo, muy cariñosa", indicó ella. "¿El abuelo le había dejado bienes a la niña?", le preguntó De Aránguiz. "No tengo noticia", contestó. Para el abogado de Porto, Aranguren, las pruebas testificales están desmontando la teoría de que Asunta "sobraba" en la familia.