El gallego Gonzalo Diz Álvarez, de 31 años, afincado en Lleida y conocido como el violador de la capucha, ha sido condenado por la Audiencia Provincial de la ciudad catalana a 14 años de prisión y otros seis de libertad vigilada por la brutal agresión sexual a una vecina la localidad de Mollerussa que había salido a dar un paseo.

El tribunal le impone, además, 4.500 euros de multa por quebrantamiento de condena, ya que tenía una orden de alejamiento que le prohibía entrar en el pueblo tras una condena previa de año y medio de prisión por otros abusos sexuales y coacciones a otras víctimas. En concepto de responsabilidad civil, la sala fija en 12.000 euros la indemnización a la víctima, con la que no podrá comunicarse ni ponerse en contacto durante veinte años que empezarán a contar una vez que salga en libertad.

Los hechos tuvieron lugar sobre las nueve y media de la noche del 3 de septiembre de 2014 en una zona utilizada habitualmente por deportistas. El vigués, según la sentencia, llegó a la zona en una furgoneta Peugeot Partner propiedad de su abuela. Empezaba a oscurecer cuando en su camino se cruzó una vecina de Mollerussa que daba un paseo. Cubierto con un pasamontañas negro, con una única abertura a la altura de los ojos, abordó a la mujer que empezó a gritar pidiendo ayuda. Le colocó una navaja en el cuello y le advirtió :"No hagas ruido, no te haré daño, si haces lo que te digo no te haré daño". Cogiéndola del brazo, quitó a su víctima el teléfono móvil que llevaba y la metió en un bancal de árboles, una zona oculta a la vista de otras personas, donde la desnudó.

Tras agredirla sexualmente se marchó amenazándola con un: "Sé donde vives, hace tiempo que te sigo, sé que vienes a correr sola, si dices algo la policía y me denuncias te mataré a ti y a tu familia, que yo no actúo solo, que formo parte de una banda y soy el más bueno de ellos". La mujer le pidió que le devolviera el teléfono y él lo hizo, aunque antes lo limpió.

Gonzalo Diz negó en la vista oral celebrada el pasado mes de febrero en la Audiencia de Lleida los hechos y aseguró ser inocente. Pero las pruebas aportadas en la vista y sus cambios de versión hacen que el tribunal considere increíble su relato de lo ocurrido. Al ser detenido dio a entender a la Policía que aquel 3 de septiembre se encontraba en Galicia, a donde solía viajar a finales de agosto y principios de septiembre; en instrucción declaró que podía estar en un desguace de la zona de Mollerussa pues se dedicaba a la compraventa de vehículo. Ya en el juicio oral y "sorprendentemente" para el tribunal, a pesar de que sólo respondió a las preguntas de su abogado "recordó detalles de lo ocurrido, especificando que acudió al desguace y que se interesó por un pieza, pero como le pareció cara la tiró fuera del recinto para ir a buscarla de noche y llevársela".

Aunque no dejó restos biológicos en su víctima, pues eyaculó en el suelo, y el dueño la finca regó la zona antes de la inspección ocular, la propia víctima y la investigación han sido pruebas claves para resolver el caso.

El teléfono de Gonzalo Diz se encontraba en la zona donde tuvo lugar la agresión sexual el mismo día y a la misma hora en que ocurrió; en su casa se intervinieron varios pasamontañas y una navaja similares a los descritos por la víctima y su furgoneta fue identificada por el dueño de la finca que la vio aparcada. Pero sobre todo, en la condena pesa fundamentalmente el contundente reconocimiento que la mujer hizo de su agresor.

La víctima identificó a su violador "sin duda" en reconocimientos tanto fotográficos como en ruedas de personas que llevaban pasamontañas o no, y lo ratificó en la vista oral. "Esos ojos" musitó, al explicar que lo reconocía por la mirada, ya que los ojos del agresor estuvieron todo el tiempo a la altura de su cara y el hombre se estiraba el pasamontañas hacia abajo.