"El país está conmocionado; todo es necesario, desde lo más básico como alimentos no perecederos, papel higiénico, pilas o velas... hasta camas o colchones; el número de personas que se ha quedado sin nada es muy elevado". Estas palabras las pronuncia el biólogo vigués Xosé Luis Otero. Profesor de la Universidad de Santiago de Compostela, está en Ecuador realizando una estancia de 4 meses incluida en el programa PROMETO del gobierno de ese país consistente en llevar allí a doctores extranjeros para impulsar la investigación. El pasado sábado el terremoto de 7,8 grados lo sorprendió a punto de salir de casa. "El suelo del apartotel comenzó a moverse, inicialmente de forma suave", recuerda. Los temblores allí son frecuentes y lo normal es que no duren más de 10 segundos. Aquel fue diferente. "Duró más de un minuto; lo que al principio era una sensación agradable se transformó en ansiedad, el apartamento se balanceaba como una 'gamela en la ría...", describe. Las horas posteriores las pasaron en la calle por "temor a las réplicas". Ahora, trata de aportar su granito de arena a la difícil situación que atraviesen los ecuatorianos: "Como vivo a unos 20 metros del Ministerio de Igualdad, Economía y Salud, el que coordina, las tardes estoy de voluntario catalogando víveres y ropa para enviar a zonas afectadas".

La cifra de fallecidos en Ecuador supera la de 570 y las esperanzas de encontrar supervivientes entre los escombros son ya mínimas. El presidente del país, Rafael Correa, anunció aumentos temporales de impuestos para recaudar fondos que contribuyan a la recuperación de los lugares afectados. El vigués Xosé Luis Otero relata desde allí lo "vulnerable" que es toda la zona de la costa ya que las edificaciones son "de muy mala calidad", casi "artesanales". Aún así, debido a la intensidad del temblor, añade que donde se situó el epicentro, en Pedernales, también se vinieron abajo "grandes construcciones" como hoteles.

Este profesor, que hace estancias en Ecuador desde 2014, trabaja en un proyecto para determinar la concentración de arsénico -contaminante altamente cancerígeno- en el arroz. Cuestión nada baladí en ese país, ya que, como este investigador destaca, "un ecuatoriano come al día una media de 150 gramos de arroz". Ahora, además de este estudio, se afana en ayudar. La situación allí es complicada. El aspecto más positivo, indica, es que la población se ha volcado en colaborar "de alguna manera". ¿Y lo peor? "El oportunismo de los despiadados", dice. "Al poco rato del terremoto ya hubo saqueos en supermercados; y secuestraron y robaron la carga de dos camiones que salieron de Guayaquil con ayuda para las víctimas", concluye.