Inquietante y desconcertante. El hallazgo este fin de semana de tres paquetes con restos humanos y objetos rituales en aguas del Peñón de Ifach en Calpe, Alicante, plantea, de momento, más preguntas que certezas. La Guardia Civil investiga en tres frentes. Quiere averiguar si se han profanado tumbas para sacar los esqueletos que han aparecido envueltos en sábanas anudadas por sus extremos. También ha contactado con expertos en ritos para aclarar si, como parece, estos paquetes responden a un ceremonial fúnebre emparentado con la santería. Y trabaja en esclarecer la identidad de los restos humanos.

Los submarinistas del GEAS de la Guardia Civil recuperaron el domingo un segundo paquete con restos óseos tras el que sacaron un día antes los buceadores de les Basetes de Benissa. El tercer fardo que los buceadores también habían localizado sigue en el fondo del mar. Los GEAS lo buscaron durante horas sin lograr dar con él.

El Instituto Armado aclaró ayer que los esqueletos del primer paquete (estaba completo) y del segundo (presumiblemente había restos humanos mezclados con otros de un animal) no presentan signos de violencia y han estado enterrados entre 30 y 40 años. El primer forense que los examinó advirtió de que habían cogido una tonalidad marrón propia de haber estado en contacto con la tierra durante décadas.

Sin embargo, se lanzaron al mar hace pocos días. La Guardia Civil estima que el ritual de depositar estos paquetes en las aguas del Peñón, un lugar de enorme poder telúrico, se habría realizado 48 o 72 horas antes del primer hallazgo. Por tanto, fue la pasada semana cuando en esta cara vertical e imponente se llevó a cabo el esotérico funeral marino.

Los restos se han enviado al Instituto Anatómico Forense para que los expertos realicen un estudio más exhaustivo. También se les extraerá ADN para identificar a quién pertenecen.

El primer paquete, hallado en la Roca Plana del Peñón de Ifach, contenía, como ya adelantaron en exclusiva nuestros compañeros del 'Diario Información', una jícara (cuenco), plumas, hojas de laurel, ramitas con inscripciones de persona, una muñeca y un bastón de madera partido por la mitad. Todos estos objetos remitirían a rituales funerarios de santería afrocubana. Expertos en esta materia indicaron que las plumas procederían del sacrificio de una ave, que las hojas que se utilizan son de álamo, pero que se habrían sustituido por las de laurel, y que el cayado partido simbolizaría el final del camino. La vasija o jícara que, en este caso, guardaba una pintura amarillenta, también es un elemento básico en estos rituales.

El segundo paquete, recuperado a 19 metros de profundidad y encontrado a unos 300 metros del primero (en el tramo de pared vertical del Peñón que se conoce como el Nido del Águila), atesoraba estos mismos objetos, aunque los huesos de origen humano estarían mezclados con los de algún animal que bien podría ser el ave sacrificada. Además, dentro había una navaja (otro objeto utilizado en estos ritos mortuorios de la santería), cañas y otra muñeca.

Ritual santero

La Guardia Civil apuntó que, aunque no descarta la santería, las evidencias «no se corresponden fielmente con este tipo de rituales». Los agentes están consultando a expertos para desvelar por qué se introdujeron restos humanos en una especie de hato formado con una sábana y se metieron también dentro objetos de gran carga mistérica.

Buceadores del centro Dive & Dive de Calp, que localizaron uno de los fardos, explicaron ayer que estaban realizando una inmersión para buscar un ordenador de buceo que habían perdido. Uno de ellos vio la sábana. «La abrió un poco, pero le atemorizó descubrir una muñeca. No se atrevió a mirar qué más había dentro», explicó ayer a este diario un submarinista de este centro.

El lugar del Peñón donde se han hallado estos paquetes funerarios está repleto de pintadas a modo de lápidas. Aquí acuden muchas familias a esparcir las cenizas de sus seres queridos. Eso sí, muchos vecinos están asustados. Unos pescadores confesaron ayer que no se atrevían a tirar la caña en esta zona, que es donde acaba el paseo Príncipe Felipe, después de que se hallaran los esqueletos.