Boqueixón celebró ayer la segunda jornada de duelo por Ana María Enjamio, brutalmente apuñalada en la madrugada del sábado a la entrada del edificio de la viguesa Avenida de Madrid, con un acto en memoria de la fallecida y de repulsa contra la violencia de género. A la concentración asistieron los padres y el hermano de la víctima, que destrozados por el dolor recibieron el pésame de sus vecinos.

El alcalde de este municipio de apenas 5.000 habitantes, Manuel Fernández Munín, resumió ante las cámaras el sentir de la familia de la que también se declaraba amigo: "Están abatidos, en una nube. Todavía no pueden creerse lo que le pasó a su hija". Con el habla entrecortada por una emoción que embargaba en general a todos los presentes, el regidor razonaba que cualquiera al recibir una noticia de este calibre se sentiría igual que la familia Enjamio. "Que te digan de la noche a la mañana que tu hija está tirada en el rellano de una escalera vilmente asesinada es algo que no puedes creer. Tardarán mucho en asimilarlo", vaticinaba.

Sobraban las declaraciones. Los rostros de los concentrados delante de la casa consistorial ya expresaban la sensación de desconcierto, de rabia, de la pena que sentían por los familiares de la víctima. Igual de compungidos por la tragedia estaban los profesores del colegio Antonio Orza Couto, donde hasta hace nueve años cursó sus estudios Ana María. Detrás de los carteles que portaban los escolares de este mismo centro formando el lema "¡Basta xa da violencia contra a muller!", se escuchaban los silenciosos comentarios de esos maestros recordando a la brillante estudiante que se hizo ingeniera en la Universidad de Vigo. Como el de José Manuel Silva, actual director del Orza Couto: "Qué voy a decir... Era una alumna excelente".