Un negocio de restauración en el centro de la ciudad, un imponente coche deportivo y una embarcación de recreo de alta gama. Este era el ajuar que utilizaba como gancho para lograr embaucar a al menos una quincena de menores en la ciudad olívica.

Los que conocen a Papuchi, sobrenombre con el que era conocido C.V.I. en la zona, aseguran que siempre vestía como un pincel, muy arreglado y si una pasión tenía eran los coches: su último capricho, un Maserati con el que, supuestamente, iba a recoger a los niños a la salida del colegio para darles una vuelta en la ciudad o llevarlos a comer o cenar a la bolera u otras cafeterías.

Era en el restaurante que regentaba, La Fiorella, en la calle Montero Ríos donde conocía a los menores y entablaba relación con ellos. Los invitaba a sus pedidos, charlaba con ellos y lograba que los chicos lo viesen como un amigo más, explican fuentes policiales. A partir de ahí, los viajes en su embarcación por la ría y sus excursiones en alguno de sus lujosos vehículos se volvían constantes.

Los que fueron sus vecinos en un edificio de la calle Hispanidad recuerdan verlo siempre acompañado de chicos jóvenes con los que subía a su piso. Esta situación llamó la atención entre los moradores ya que siempre eran niños diferentes. A su marcha del piso, además de múltiples deudas con la comunidad, dejó olvidado a su pequeño conejo.

Entre sus amistades destacan varios jugadores de la plantilla del Celta, habituales a su restaurante y con los que, en alguna ocasión, se dejó ver en restaurantes de Nigrán. Sus allegados reconocen que siempre le gustó vivir en un ambiente juvenil. Trabajó hace más de una década como DJ en la desaparecida discoteca PSB de O Porriño, situada en la plaza de San Benito. Años más tarde, y siguiendo su formación como economista, fue director de una sucursal bancaria también del municipio del Louro, emplazada en la céntrica calle Ramón González.