Provisto con un revólver de gran calibre, José Luis Luna tiñó de luto y tragedia la madrugada de San Juan. Mató presuntamente a un joven ante la playa de Arealonga (Redondela), lo intentó con otro y a continuación escapó escaleras arriba y a través de un camino hasta llegar a una de las calles principales de esta localidad. El crimen acababa de ocurrir hacía escasos minutos, pero la rapidez de las llamadas telefónicas de alerta y la inmediata movilización policial iban a frustrar enseguida la huida del agresor. Los dos agentes de una patrulla de la Policía Nacional de servicio esa noche, que se dirigían al lugar de los hechos, avistaron a un individuo caminando a lo lejos y vieron que las características del hombre coincidían con la descripción que ya se estaba facilitando por la emisora sobre el agresor. Además, un joven testigo lo había seguido desde el arenal y hacía gestos a estos efectivos de que ese varón era el sospechoso al que buscaban.

Y en un arresto en plena calle en el que ambos policías pusieron en riesgo sus vidas, acabaron inmovilizándolo y poniéndole las esposas. Pronto la zona se llenó de más vehículos policiales. Ya en comisaría, mientras se formalizaban los trámites inherentes a todo arresto, el detenido continuó con un comportamiento violento, con amenazas de por medio. "Carceleros, falangistas", gritó. "Os cortaré la cabeza", habría dicho también de forma intimidatoria.

Luna, de 44 años y un historial delictivo forjado desde su juventud, salió la noche de San Juan con un revólver marca Astra calibre 357 Magnum. Un arma difícil de conseguir y de gran potencia. "La bala que tiene es el doble que una 9 mm, que es la que usa la Policía Nacional", afirman fuentes conocedoras de la materia. "Un disparo a escasa distancia atraviesa incluso un chaleco antibalas", ilustran sobre su fuerza. Con ese revólver este vecino de la parroquia viguesa de Teis acabó supuestamente con la vida de Dani Beltrán y disparó, aunque sin acertar, hacia otro chico. Y después, en su fuga, trató también de usarla con los dos agentes que acabaron deteniéndolo. No lo consiguió.

Aunque inicialmente se manejó la versión de que la detención se realizó en un taxi, el arresto tuvo lugar en plena calle. Los dos policías bajaron de sus coches, sacaron sus armas reglamentarias, se identificaron y gritaron a Luna que levantase y mostrase las manos, que tenía ocultas bajo una bandolera que se había colocado sobre el abdomen. El sospechoso hizo caso omiso. Los agentes seguían apuntándole y, cada uno por un lado, se aproximaron a él. Las fuentes consultadas señalan que en ese momento Luna echó la mano a la bandolera en la que se entreveía la empuñadura del revólver, una situación de riesgo ante la cual los efectivos se abalanzaron sobre él y, mientras aún portaban sus pistolas, agarraron cada uno con su mano libre los brazos del agresor para evitar que hiciese uso de su arma y lo esposaron.