"Si me denuncias, igual voy a la cárcel, pero luego yo te mato a ti y a toda tu familia. Te juro que te mato"». Y lo cumplió. Andrea Carballo, la chica de 20 años recién cumplidos asesinada en la madrugada del sábado, la víspera de Nochebuena, cuando su exnovio estrelló de manera intencionada el coche que conducía contra un surtidor de una gasolinera de Benicàssim, tal como concluye el informe policial remitido ya al juzgado, aguantó un infierno junto a Víctor Llorens durante dos años. Y lo hizo en silencio.

Gracias a su madre, rompió ese silencio y, por fin, se atrevió a denunciar las palizas, amenazas y torturas que calló hasta romper con su pareja, en noviembre. Pero el sistema no ha sido capaz de protegerla y el maltratador, que ya fue condenado en 2013 tras ser denunciado por la que entonces era su novia, cumplió la peor de sus amenazas: secuestró a Andrea a las 6.30 horas a la salida de su portal, en Vila-real, -hay dos testigos directos- y un cuarto de hora después, la chica moría en el accidente de la gasolinera de Benicàssim.

Según ha podido saber Levante-EMV de fuentes jurídicas, fue la madre de Andrea la primera que denunció el maltrato a su hija. Fue el 13 de diciembre. La mujer acabó refugiándose en la comisaría de Policía Nacional de Vila-real tras ser perseguida y acosada por Víctor. El joven llevaba un mes, desde que Andrea había roto la relación de dos años, acosando a la chica, a su madre y a su hermana. Descubierta la situación, la policía la convenció para que denunciara y, a continuación, logró que Andrea diera el paso.

En esa denuncia de la madre, la joven detalla por primera vez los dos largos años de infierno. Desde el principio, siendo ella aún menor, se sucedieron los insultos: "Eres una zorra", "puta", "me cago en tu padre, aunque esté muerto". Le rompió el teléfono para que no tuviera comunicación con nadie, la tiraba de la cama en plena noche, le propinaba patadas y puñetazos... Pero siempre cuando estaban solos. Así, la aisló y la aterrorizó hasta que no pudo más, rompió con él y regresó con su madre. Cuando comenzó el acoso -se le presentaba en cualquier momento y lugar-, la chica confesó a su madre cuál había sido la situación.

El 12 de diciembre, Víctor trató de atropellar a la joven, que se salvó al refugiarse en el último instante en el quicio de un portal. Él salió del coche, el mismo con el que provocaría el accidente del día 23, y llegó a zarandearla. No llegó a más porque dos chicos intervinieron y él, entonces, huyó.

Ese hecho y la persecución a la madre derivaron en la primera denuncia. Andrea detalló al día siguiente su particular via crucis ante la Policía Nacional y un día más tarde, en la mañana del 15, Víctor era detenido tras acudir a la cita policial en comisaría.

Un alejamiento de 200 metros

Ese mismo día fue conducido al Juzgado de Violencia sobre la Mujer de Vila-real. Pese a la relación de hechos recogidos en el informe policial y en la denuncia de madre e hija, que constan en las diligencias remitidas al juzgado, ni el fiscal ni el abogado de oficio de la chica pidieron prisión. Y la orden de protección se quedó en un raquítico alejamiento de sólo 200 metros.

La agente de la Policía Local de Vila-real que asumió el control de esa protección le realizó la valoración policial cuyo resultado -es una aplicación informática que barema en función de las respuestas a 39 preguntas- se demostró después alejado de la realidad: el riesgo era medio.

Aún así, la policía mantuvo un contacto constante con la joven. Se entrevistó personalmente con ella y le aconsejó que no saliera nunca sola de casa, que se protegiera. El día 21, Andrea volvió a denunciar a Víctor horas después de que rajara las ruedas del coche de su madre. Era la segunda vez en sólo 9 días. Los expertos catalogan ese tipo de escalada como la espiral de la violencia, uno de los indicadores que alertan de que el agresor está yendo a más.

Por esa razón, la agente, enterada de la nueva denuncia, se reunió de nuevo con Andrea en la tarde del 22, el día del cumpleaños de la chica. Veinte años acababa de cumplir. Le reiteró que tuviese mucho cuidado porque los días que se avecinaban podían ser complicados, le repitió que saliera de casa siempre acompañada y esa noche pidió a sus compañeros que una patrulla policial pasase con regularidad por el domicilio de la joven y que tuviesen controlado tanto a Víctor como su coche. Incluso se distribuyó a todas las patrullas la fotografía del joven y las características de su vehículo.

Ocho horas y media más tarde, Andrea salió de su casa para ir a trabajar. Nada más abandonar el portal, Víctor, que la estaba esperando, se abalanzó sobre ella, la agarró del pelo, la arrastró por el suelo, cruzó así la calle, la metió en la parte trasera del coche a golpes y salió de la calle a toda velocidad. Dos vecinos que se asomaron al escuchar los gritos de la joven llamaron de inmediato a la policía, que llegó en apenas unos minutos.

La búsqueda comenzó de inmediato, pero no llegó a tiempo. Apenas 15 minutos más tarde, las cámaras registraron la entrada en la gasolinera a toda velocidad y la brutal colisión contra el surtidor. Andrea murió en el acto. Víctor, minutos después. La familia enterró ayer al joven en la más estricta intimidad.