El titular del Juzgado de Instrucción 5 de Almería, acordó ayer prorrogar 24 horas la detención de Ana Julia Quezada, de 43 años y asesina confesa del niño Gabriel Cruz, para realizar nuevas diligencias policiales. La Guardia Civil encontró el hacha con la que supuestamente golpeó a Gabriel antes de asfixiarle. La mujer, pareja del padre del pequeño de 8 años, fue puesta a disposición judicial ayer por la mañana y luego regresó a los calabozos de la Guardia Civil hasta que hoy vuelva a comparecer ante el juez, que determinará si ordena o no su ingreso en prisión.

Ana Julia compareció durante dos horas ante el juez. El objetivo era ratificar la confesión que realizó ante la Guardia Civil de ser la única autora del crimen. Su relato tiene contradicciones y lagunas, pero deja clara su frialdad. Sostiene que se encontró sólo a Gabriel en el camino de su casa y le propuso ir con ella a la finca. Una vez allí, ella se puso a pintar la vivienda y el niño jugaba fuera, hasta que le vio con un hacha -que ha sido recuperada por la Guardia Civil- y le llamó la atención y tuvieron una discusión.

El niño, según la declaración de Ana Julia hecha pública en Antena 3, le dijo "tú no eres mi madre, no me mandas y no te quiero volver a ver nunca", entonces "nos peleamos por el hacha, se la quité y al final, con la rabia, acabé asfixiándole, tapándole la nariz y la boca". Al ver al pequeño muerto "me di cuenta de que tenía un problema importante. Saqué el paquete de tabaco y me fumé un cigarro y estuve pensando". La mujer manifestó en su declaración que "no quería hacer daño a Ángel -su pareja sentimental y padre de Gabriel- así que lo mejor fue enterrarlo. Cogí una pala y lo enterré. Así él no sabría nunca lo que había pasado". Tras cavar la zanja y enterrar al niño medio desnudo, asegura que cogió la ropa y se la llevó a casa de la abuela y la escondió. Días más tarde la tiró en contenedor de vidrio.

La sangre fría de Ana Julia le hizo llevar a varios familiares del niño, incluido su padre, a la finca donde lo había enterrado mientras todavía lo buscaban. Era un sitio estupendo para "descansar", les decía, cuando en realidad le permitía a ella controlar la tumba. La posibilidad de que la Guardia Civil fuera a registrar la finca la llevó a mover el cadáver y cometer el fallo que permitió su detención. "Al final vine a buscar el cadáver porque los agentes me dijeron que les entregase las llaves de la finca y me puse nerviosa", confesó. Y es que la casa de la finca estaba en obras porque iba a trasladarse a vivir allí con Ángel y estaban adecentándola.

La investigación se centra también en si Ana Julia pretendía sacar rédito económico al crimen que había cometido. Ella animó a la familia a ofrecer hasta 30.000 euros de recompensa a quien pudiera aportar una pista fiable sobre el niño. La mujer había contraído en su país, la República Dominicana, una deuda por una cantidad similar a la que pretendía que ofreciera la familia a cambio de la entrega del pequeño.