El asalto a la vivienda familiar de Manuel Charlín Gama el miércoles pasado y la paliza propinada a su hijo mayor, que el padre frenó al volver a casa antes de lo previsto, ha puesto el foco informativo en Melchor, el mayor de sus hijos varones, que desde hace años vive con discreción en Vilanova de Arousa.

Charlín “el viejo” iba camino del bar donde desayuna a diario desde que recuperó la libertad tras casi 20 años en prisión, cuando dio la vuelta para recoger algo que se había olvidado en casa. Los dos sicarios, posiblemente colombianos, dejaron de golpear a Melchor y huyeron al verse sorprendidos, no sin antes agredir al patriarca al salir de la vivienda.

No son las primeras diferencias que tiene el clan arousano con los colombianos. Melchor Charlín y Daniel Baúlo -cuyo padre fue asesinado a tiros por unos sicarios que dejaron tetrapléjica a su madre a la hora del desayuno en 1994, después de que delataran ante Garzón a los Charlines con quienes habían trabajado durante años como transportistas-, fueron enviados a Sudamérica como garantía.

Al final hubo diferencias entre las partes y quedaron retenidos como rehenes porque los arousanos solo habrían entregado la mitad del alijo del buque Halcón II. Melchor no volvió a casa hasta que su hermana Josefa y su tío José Luis pagaron unos 200 millones de pesetas, según descubrieron los investigadores que tenían pinchado el teléfono de la Casa del Mar de Vilanova.

Pero la vida ha pasado factura a Melchor Charlín, Crápula, como era conocido por sus amigos cuando tenía 20 años y se paseaba en lujosos vehículos por O Salnés. Fue condenado en su día a 18 años de prisión y ahora, a sus 57 años, arrastra problemas de salud y vive en Vilanova con algunas entradas y salidas de la cárcel, como cuando en 2008 fue detenido cuando asistía al juicio por la muerte de su sobrina, a quien le cayó encima una grúa un día de temporal en Vilanova, por el impago de una multa de tráfico.

Adicción a drogas y alcohol

En mayo de 1998, durante el juicio por dos grandes alijos de hachís y cocaína, reconoció su participación una década antes en el transporte de 4 toneladas de hachís en Baiona y alegó un trastorno mental, así como su adicción al alcohol y las drogas. Su abogada Piedad Jara hizo comparecer como testigo al psiquiatra de la prisión de Carabanchel, que declaró que Melchor era “débil mental, fácilmente manipulable y con un coeficiente límite en la normalidad, además de que padecía lagunas de memoria por ser alcohólico”.

Él y sus cinco hermanos, Manuel, Josefa, Teresa, Adelaida y Óscar, tuvieron un buen maestro en el negocio familiar, si bien sus actuaciones quedaron siempre a la sombra de las de su padre, Manuel Charlín Gama, jefe del clan de los Charlines.

El maxiproceso de la operación Nécora pilló a Melchor fugado. Huyó de España en cuanto su amigo Manuel Fernández Padín, que sería el primer narcoarrepentido de la causa, fue detenido en 1989. La fuga terminó en el norte de África y Melchor fue el primer narco que Marruecos entregó a España. El 4 de abril de 1997 era extraditado tras cumplir allí cuatro meses de cárcel por la documentación falsa que utilizaba al ser detenido en Rabat. Garzón había dictado contra él tres órdenes internacionales de búsqueda y captura. En sus casi siete años de fuga compartió cartel entre los más buscados por Interpol con Manuel Anglés, buscado por el triple asesinato de las niñas de Alcasser y el etarra Iñaki de Rentería.

El amigo ‘narcoarrepentido’

También fue la primera víctima de un narcoarrepentido. Su amigo de la niñez Fernández Padín desencadenó la operación Nécora junto a Portabales tras confesar a Garzón cómo funcionaban las mafias gallegas. Le delató y aseguró que había trabajado par él en varias descargas de drogas. Padín fue el principal testigo de cargo contra su amigo cuando le juzgaron en la Audiencia Nacional.

Melchor, al igual que su padre y varios de sus hermanos y sobrinos están en libertad bajo fianza pendientes de un juicio por blanqueo de capitales en la denominada operación Repesca. En la operación se intervinieron 58 inmuebles valorados en 12 millones de euros. Según los investigadores los Charlines habían logrado reconstruir su patrimonio después de los últimos varapalos judiciales.

El asalto a la vivienda del patriarca, con quien reside su hijo mayor, ha despertado gran preocupación en la sociedad arousana. “Los afectados dicen que se trataba un robo y puede ser, pero creemos que hay mucho más detrás. Se dedican a lo que saben hacer y no son capaces de retirarse”, explica un experto en la lucha antidroga.