Juzgados de Ribeira. Once de la mañana. Falta una hora para la comparecencia en la que se dará traslado a las partes de los delitos que un jurado popular juzgará a José Enrique Abuín Gey por la desaparición y muerte de Diana Quer. La primera en llegar a sede judicial es la abogada del encausado, Fernanda Álvarez. Pocos minutos después aparece el padre de la joven asesinada, acompañado de su equipo de abogados, y atiende a los numerosos medios de comunicación agolpados a las puertas de los juzgados. Se muestra esperanzado de que el jurado popular "pondrá de manifiesto lo que ha acontecido de verdad" con su hija porque -dice- "creo en la sociedad española" y manifiesta su intención de poder mirar a los ojos a El Chicle, algo que finalmente no logró porque el procesado "no fue capaz de sostenerme la mirada" pese a compartir sala con él.

Las medidas de seguridad a las puertas del juzgado fueron menores que en anteriores ocasiones, como también lo fue la expectación, pues los únicos que esperaban la llegada de El Chicle eran los periodistas. Solo un pequeño grupo de curiosos, ya sobre las dos de la tarde, se acercaron a las inmediaciones de los tribunales.

El supuesto autor de la muerte de Diana Quer llegó a los juzgados a las 11.45 horas. Lo hizo en un coche de la Policía Nacional, totalmente escondido, tumbado en el suelo ubicado entre los asientos delanteros y el trasero para evitar las cámaras. Para abandonar el edificio y regresar a A Lama, pasadas las tres de la tarde, recurrió a la misma maniobra.

No hubo paseíllo ni nada que se le pareciese. El coche policial se introdujo marcha atrás en el portalón de los juzgados, se cerró dicho portal -enrejad- y acto seguido salió El Chicle del vehículo, en un abrir y cerrar de ojos y con el rostro oculto bajo una capucha oscura. A su salida del edificio, incluso se agazapó entre los agentes para no ser visto. Dos o tres metros separaban la puerta del juzgado de la del coche.