"Sin casa y con lo puesto. Ni casa, ni coche, ni enseres", así explica su situación una de las afectadas por la explosión de Paramos. Vivía en la zona cero y salió ilesa con su familia. No hay indignación, pero si gran dolor e impotencia. Los afectados no se lo acaban de creer y les enfada pensar que durante meses han vivido al lado de una bomba.

No es la única evacuada. El Concello de Tui ha facilitado los primeros datos de la catástrofe: 33 familias se han quedado sin casa, hay 60 viviendas con graves daños o desplomadas y 263 personas se han inscrito en el listado de afectados por daños. Los desalojados se han refugiado en casa de familiares, pero seis familias se han acogido a la ayuda de los Servicios Sociales municipales que han organizado un dormitorio y un comedor para ellos en el Centro Social de Guillarei.

Los primeros datos sobre las consecuencias de la explosión de un almacén ilegal pirotécnico que arrasó el lugar de A Torre en la parroquia tudense de Paramos reflejan una situación más grave de lo previsto, según las autoridades municipales y autónomas. Para las familias que no pueden volver a sus casas, en muchos casos porque ya no existen y solo queda el solar, la Xunta y el Concello de Tui han puesto en marcha varias opciones: financiar un alquiler para que busquen alojamiento, darles dietas que les permitan pernoctar en un hotel o bien las medidas adoptadas por los Servicios Sociales de Tui.

En el Centro Social de Guillarei se ha instalado también una oficina municipal de asesoramiento a los afectados, en colaboración con la Cruz Roja, que ha desplazado al lugar a varios trabajadores sociales y psicólogos que ayudan a las víctimas a superar la situación. La afluencia de perjudicados era tanta, que ayer había que apuntarse para ser llamado por orden de lista. "No sé si quiero ir a ver mi casa", explica una afectada cuando le comunican que en cuanto el terreno esté asentado podrán ir a sus domicilios acompañadas por bomberos para recuperar algunas cosas.

Varios adolescentes presumen de que no han ido al colegio. "Teníamos las mochilas en el coche de mi padre, y ayer lo llevó al taller para un arreglo pequeño. Íbamos a ir a buscarlo cuando todo explotó", señalan, a la vez que agradecen la suerte de un pequeño retraso que les evitó estar en la "zona cero" en el momento de la explosión.