La conjetura de Rico fue formulada por primera vez el 29 de mayo de 2010. Establece que para cualquier número finito de horas de emisión televisiva siempre existirá un conjunto superior a cero de contenidos interesantes que no serán emitidos por ninguna cadena. En su formulación más sencilla afirma que, aunque la oferta televisiva aumente de forma exponencial, siempre podremos imaginar un programa maravilloso, soñar con un espacio estupendo que no emiten en ningún sitio.

Una vez que el matemático ruso Grigori Perelman demostró en 2002 la famosa conjetura de Poincaré formulada en 1902, y ahora que el matemático español Francisco Santos acaba de resolver la conjetura de Hirsch formulada en 1957, el nuevo reto de la matemática actual es demostrar la veracidad de la conjetura de Rico (elevándola a la categoría de teorema de pleno derecho) o violarla, es decir, contradecirla de forma concluyente.

Ha muerto Martin Gardner. La muerte de este gran divulgador matemático y científico que todos deberíamos conocer pasa desapercibida porque no salía en la tele. Pues debería haber salido. Si Scientific American (nuestra Investigación y Ciencia) publicó durante 25 años su columna con juegos matemáticos, debería haber un programa televisivo durante 25 años que los llevara a todos los rincones del planeta. Si publicó un montón de libros de divulgación científica de primera calidad, debería existir un programa de televisión para cada uno de ellos. Pero, sobre todo, si persiguió esas supercherías, fenómenos paranormales y fraudes seudocientíficos que tanto salen en la tele, debería existir un programa que pusiera a todos los timadores en su sitio. No lo hay. Y mira que hay canales a montones y horas de emisión a porrillo. Pero no lo hay. La conjetura de Rico se cumple. Ahora falta que algún genio matemático la demuestre.