Hoy hace una semana que Wikileaks, la página web que airea los trapos sucios del poder, anunció su cierre por falta de fondos. Es una mala noticia, pero es peor si se pone al lado de esta otra: hoy hace una semana que Cuatro emite Frikiliks, un programa de tonterías y humor sin más pretensión que captar audiencia despistada a la hora de cenar.

En efecto, hoy hace una semana que Wikileaks anunció su cierre por falta de financiación. Gigantes bancarios como PayPal, Visa, Western Union y MasterCard no permiten hacer donaciones a Wikileaks a través de sus plataformas, lo que la deja sin fondos para seguir actuando. Julian Assange, fundador de Wikileaks, señaló que el Bank of America realiza gran parte del bloqueo al no permitir "ningún tipo de transacción sospechosa de ir hacia Wikileaks". Es una mala noticia, pero, en efecto, es peor si se pone al lado de esta otra: hoy hace una semana que Frikiliks abrió sus puertas gracias a que, además de poder financiarse con la publicidad que se emite durante el programa, una marca de comida para gatos patrocina el espacio.

"Lo primero es la salud", dice en sus anuncios la marca que "nos ofrece" Frikiliks. Y, cágate lorito, no se refiere a la salud de la libertad de expresión en las democracias occidentales o en los lugares en que Wikileaks contribuyó a que la primavera árabe fuera posible. Ni siquiera a la salud de las personas. Se refiere a la de los gatos, que es la que nos permite cenar felices viendo frikituits, frikinews, frikivideomontajes, frikifotografías, frikidoblajes y frikifrikadas sobre los programas de Cuatro y Telecinco para promocionar los productos de la casa ("Collejeros", "Tierra de bobos", las cacofonías de Lydia Lozano en Cuarto milenio, "National Pornographic" en Acorralados, Frank de la jungla en "El coche franktástico", Mercedes Milá y Carlos El Yoyas en Supernanny). Lo primero es lo primero.