Rupert Murdoch lo tiene claro. Si hay que elegir campo de batalla para sus negocios en el mundo de la comunicación, se queda con las noticias y se desprende del entretenimiento puro y duro en sus negocios a cambio de 56.000 millones de euros. El imperio Disney adquiere sus contenidos y el imperio Fox se concentrará en las noticias y el deporte con las redes de televisión Fox Broadcasting, Fox News y los canales deportivos Fox Sports 1 y 2. A sus 86 años, el magnate australiano tiene las ideas muy claras: "Esto nació a partir de una importante lección que aprendí en mi larga carrera en los medios: los contenidos y noticias relevantes para los televidentes siempre serán valiosos". Repetimos: relevantes. Añadamos: valiosos. Algo que en estos tiempos donde las noticias falsas y la posverdad campan a sus anchas, y el "todo por un clic" es el plan nuestro de cada día en las redes, tiene un significado muy especial.

El gigante Fox pierde peso pero está lejos de perder fuerza. Fox News, por ejemplo, es la cadena de televisión por cable con más usuarios en Estados Unidos y sigue siendo un negocio muy rentable. E influyente. Fox Business es el canal especializado en economía más importante del país y la Fox Broadcasting Company se cuela en más de cien millones de hogares. Fox Sports posee los derechos de transmisión de la National Football League (la mayor liga de fútbol americano), la liga de béisbol y el Campeonato Mundial de fútbol. Casi nada. Las intenciones de la "nueva Fox", como la denomina su dueño, son fusionar todos esos activos en compañía Fox que incluya a la cadena deportiva Big Ten Network.

Murdoch sabe lo que se avecina o, al menos, lo intuye: un terremoto en el mundo de la televisión que cambiará por completo la manera en la que los consumidores transitan por él. Ya lo está haciendo, de hecho. Su experiencia le avala.

Empezó con un periódico en Australia y forjó uno de los grupos de comunicación más poderosos del mundo. Murdoch elimina su presencia en la industria del entretenimiento, que vive tiempos inciertos con la aparición de las plataformas digitales.

Hollywood, por ejemplo, no gana para sustos porque las películas diseñadas para reventar las taquillas tienen unos costes cada vez más desorbitados y la ventada de entradas disminuye. Y en la televisión a la carta pocos pueden mantener el ritmo vertiginoso -temerario para los más pesimistas- que Netflix está imprimiendo a su volumen de producción. Una batalla que Disney, con unos recursos financieros y unas vías de negocio inagotables, incluyendo sus parques temáticos, puede plantear con más seguridad y solidez.

James Murdoch, hijo de Rupert y CEO de Fox, se ha mostrado entusiasta con las posibilidades que tiene la transmisión del deporte en directo, que "fideliza" de forma extraordinaria. Y ayuda a proteger los ingresos por publicidad, tan perjudicada en la televisión a la carta, al tiempo que permite probar nuevas formas de realizarla para adecuarla a los nuevos tiempos, y sin depender tanto del modelo de suscripción.

La decisión de Rupert Murdoch está siendo ampliamente elogiada por muchos analistas financieros de Estados Unidos. Ven una jugada maestra que libera a su imperio de riesgos en un mundo cada vez más imprevisible como es el del entretenimiento y concentra todas sus fuerzas en la información.

La gente quiere noticias. Las necesita. Y quien apueste por ellas con criterios periodísticos rigurosos y propuestas creativas para ganar audiencias en televisión sin recurrir a falsedades y posverdades tiene muchas opciones de sobrevivir.