Las viviendas vinculadas al negocio familiar cuentan con tradición. Y esa utilitaria relación se mantiene hoy en día sobre todo en poblaciones pequeñas. Es el caso de esta casa entre medianeras situada en el casco antiguo de una localidad cercana al parque natural del Montseny, en Cataluña.

Una joven pareja con dos hijos pequeños que regenta el comercio situado en los bajos encargó al arquitecto Alejandro Saiz de Apellániz habilitar las plantas superiores del edificio como su nueva vivienda. La estrecha y larga parcela, con apenas cuatro metros de ancho, determinó conservar tal cual la entrada al establecimiento y disponer la puerta de acceso a la vivienda en la trastienda.

En el proceso de reforma, se vació el interior de la edificación, manteniendo el esqueleto estructural de la casa, que es de vigas de madera. La única excepción es la vertiente posterior de la cubierta, que se ha sustituido por una nueva y en la que se abrió un largo ventanal de cuatro metros. Además, parte de lo que era desván queda al descubierto y configura un terrado. Un segundo ventanal en la parte superior de uno de los muros se une al anterior y crea un lucernario en ángulo. El objetivo: conducir la luz natural a todas las dependencias de la vivienda.

"El proyecto -explica el arquitecto Saiz de Apellániz- ha intentado extraer el máximo rendimiento de la sección del edificio -es decir, de la visión en altura-, articulando volúmenes y vacíos, espacios de estar y de circulación, y provocando nuevas conexiones visuales antes inexistentes".

En la planta primera del edificio, se derribaron todos los tabiques, de modo que sala, comedor y cocina comparten un mismo ambiente continuo. La escalera que asciende a la planta superior, no obstante, separa sutilmente el estar del resto. A la apertura del espacio en horizontal, el arquitecto ha sumando la expansión vertical en el comedor. Se trata de la zona posterior de la vivienda y, por tanto, la más oscura, donde el forjado intermedio queda suprimido, dando lugar a un doble espacio coronado por el lucernario antes mencionado. Una pequeña pasarela permite transitar entre dependencias en el piso de arriba.

La puerta de entrada a una casa a veces se convierte en una suerte de tarjeta de presentación de lo que se encontrará en el interior. En este caso, el joven propietario, que es carnicero, y además buen cocinero, asume su negocio con orgullo y lo ha asimilado como zaguán de la vivienda.