El objetivo de la arquitecto Antonia Pizá Vidal (353 Arquitectes) era "conseguir enamorarse de la casa como nos enamoramos del terreno...". Con esta premisa arrancaba el encargo de reformar una vivienda situada en un entorno dotado de privilegiadas visuales, donde el perfil de las montañas actúa como telón de fondo de un escenario cuidadosamente seleccionado, después de visitar lugares por todo el mundo, para establecer en este pequeño rincón de la Serra de Tramuntana un hogar donde disfrutar y relajarse.

Existía en la finca elegida una antigua vivienda. Partiendo de la exigencia de una volumetría existente a la que se debía mantener, el reto que se planteaba era conseguir que este ´contenedor de espacios´ al que definimos a la vivienda a reformar, por su frialdad, falta de carácter, pobreza espacial y de materiales, elegidos todos ellos toscamente y sin ningún sentido, para ser transformado en un hogar donde poder disfrutar, creando espacios abiertos que dialoguen con el entorno, con una cuidada selección de materiales y colores que le aporten esa calidez y confort necesarios para concebir la vivienda como un nuevo espacio con vida propia.

Aun manteniendo el espacio volumétrico sin aumentarlo, y respetando también la estructura existente tradicional de muros, se fueron abriendo los espacios para interconectarlos y conseguir una fluidez espacial que nos lleva a recorrer todas las estancias de forma agradable disfrutando en todo momento de su conexión con el exterior buscando en cada punto la mejor perspectiva visual.

Desde la entrada principal, se accede al salón que se comunica con el comedor ligado con la cocina, formando un conjunto que domina toda la planta baja cuya sensación espacial se agranda, aunque solo visualmente, respecto de la situación anterior. De esta forma, sala de estar y cocina forman un único espacio diáfano que ocupa prácticamente la totalidad de la planta baja y responde a la idea de establecer el mínimo de divisiones fijas de tabiquería para crear espacios amplios y multifuncionales. Solo las dos habitaciones se ocultan par pasar desapercibidas buscando mantener esa intimidad que requieren estas zonas de descanso.

La escalera de acceso a la planta superior, donde se halla la habitación principal y zona de estudio, aterriza suavemente y de forma muy ligera con peldaños de madera que parecen flotar sobre el muro, con el objetivo de no interrumpir el espacio creado en la zona de día. Vinculado al estudio se proyecta una terraza cuidadosamente elegida para el disfrute de las visuales del entorno.

Por otro lado, la reforma de la vivienda contempla también la mejora de la eficiencia energética, aportando una solución de fachada con altas prestaciones en ahorro energético. Los cerramientos exteriores que configuran las fachadas se componen de fachada ventilada con acabado de piedra natural del lugar, cuyo espesor total proporciona una inercia térmica que fue rigurosamente calculado para obtener el coeficiente óptimo de confort térmico, tanto en verano como en invierno. Contribuyen a lograr este objetivo todos los huecos de fachada con filtro solar y doble acristalamiento, además de que todos los suelos en contacto con el terreno y cubiertas disponen de un aislamiento térmico superior al normalizado para conseguir el coeficiente deseado. No podían faltar en la casa las ya reconocidas placas solares, que aparecen integradas entre las tejas de cubierta, siguiendo el dialogo establecido entre tradición y modernidad que acompaña el proyecto. Con todo ello se consigue lograr una cualificación energética superior al establecido para estos casos, y con ello sacarle el mayor rendimiento para optimizar el confort térmico durante todo el ano al mínimo coste.

La propuesta no solo se concentraba en transformar la antigua y obsoleta vivienda antigua, ya que la casa reformada necesita del entorno con el que comparte su vínculo, por lo que se diseñaron los espacios exteriores, incluyendo la imponente piscina a dos niveles, buscando entablar el dialogo perfecto entre arquitectura y paisaje. Para conseguirlo Antonia Piza eligió a un equipo cualificado formado por la interiorista Marga Comas Sastre, de Tot Projectes, los aparejadores Andrés Cortés y Beatriz Sánchez Portillo, y el paisajismo de 353 Arquitectes.