Un año horrible para los platós y escenarios españoles. En pocos meses, de marzo a agosto, cinco de sus intérpretes más populares han muerto. Les une en este fatal desenlace la causa de su fallecimiento (graves enfermedades), la edad (septuagenarios) y su condición de galanes. Carlos Larrañaga ha sido el último en sumarse a esta fatídica lista de telones caídos sobre largas y fecundas carreras profesionales, unas más sólidas que otras pero todas ellas marcadas por una popularidad incuestionable.

El 15 de marzo, Pepe Rubio daba por cerrada su actuación en este mundo. En soledad. Estaba soltero. No quería ver a nadie, dijeron sus amigos. La muerte de sus tres hermanas le dejó tocado y su enfermedad lo hundió. Tenía 80 años y había conseguido triunfar en las tablas durante dieciséis años seguidos con la obra de Alfonso Paso 'Enseñar a un sinvergüenza'. No quiso, o no pudo, salirse de sus casillas. No pudo repetir éxito ni en el cine ni en la televisión (a pesar del bombazo de 'La casa de los Martínez'): fue devorado por su personaje y nunca renegó de él, al menos en público. En 2006 se retiró con '¿Qué fue del sinvergüenza?', una secuela que era toda una declaración de principios, o de finales. A pesar de todo, Rubio también tuvo un pasado de papeles dramáticos: 'Seis personajes en busca de autor', 'La Celestina' o 'Muerte de un viajante' daban cuenta de un actor que no sólo servía para hacer reír.

Paco Valladares, una de las voces más inolvidables que se recuerdan, murió dos días después, el 17 de marzo, tras una batalla con la leucemia. A sus 76 años, era un actor tan respetado como querido por su entrañable forma de ser y estar. Doblador de estrellas como Richard Burton, Alain Delon, Clint Eastwood o Robert Redford, Valladares, mostró su talento más clásico con obras como 'La Orestiada', 'Calígula' o 'Calipso', y sus dotes para la canción en musicales como 'Víctor oVictoria'. Su lista de trabajos teatrales impresiona. Sus últimos años fueron más ligeros, con colaboraciones humorísticas en el programa de María Teresa Campos y apariciones en series como 'Siete vidas', 'Hospital Central' o 'Aída'. El cine fue su asignatura pendiente, como lo fue para tantos otros grandes de la escena desaprovechados por la gran pantalla.

Juan Luis Galiardo, el último don Quijote, murió el 22 de junio con solo 72 años sin poder superar una enfermedad que devastó sus pulmones. Un ejemplo claro de evolución profesional: de típico y tópico galán sin matices a sólido y dúctil actor de imponente presencia tras volver de las Américas y dar con la serie Turno de oficio una lección de madurez, rompiendo con todo lo anterior. Mezclando papeles principales y secundarios, alternando drama y comedia (o al mismo tiempo), dirigido por algunos de los grandes y mostrando siempre una personalidad arrolladora, Galiardo se fue demasiado pronto dejando una estela de buen tipo, notable actor y sobresaliente conversador: sincero, certero e ingenioso como pocos.

El 8 de agosto, Sancho Gracia dejó de cabalgar por la vida a los 75 años. También por culpa de sus castigados pulmones. Era, sí, «Curro Jiménez», un papel para la historia, pero también fue un mosquetero inolvidable, un camionero convincente, un Jarabo escalofriante. En 'Doce hombres sin piedad' se codeó con la flor y nata de la escena española como jurado chuleta y zafio, y salió airoso de su airado papel. Con su vozarrón inconfundible, sus aires desafiantes y una sobriedad al alcance de muy pocos, Sancho Gracia recibió en 2002 un papel bombón de Álex de la Iglesia en la que sigue siendo la mejor película de ambos: '800 balas', un emocionante homenaje a aquellos vaqueros de los spaguetti westerns que viven su ocaso entre decorados fantasmagóricos y turistas espectrales. Muriendo con las botas puestas.

Carlos Larrañaga también tenía 75 años. En su caso, por sus venas corría el veneno del teatro a borbotones (su hermana es, nada más y nada menos, que Amparo Rivelles). Siendo un crío ya sabía lo que era rodar películas (salía nada menos que en 'Orgullo y pasión', con Sinatra, Cary Grant y Sofía Loren, y debutó con cuatro años en 'Alma de Dios'). Hizo mucho teatro ('La tercera palabra', de Alejandro Casona, fue uno de sus éxitos), tuvo el honor de intervenir en una de las obras maestras del cine español ('El extraño viaje', de Fernando Fernán Gómez) y se desenvolvió con soltura en televisión sacando gran provecho a su atractivo físico pero fue en 1982 cuando dio la gran campanada al interpretar al malvado rival de Eusebio Poncela (Carlos Deza) en una de las series más vistas y comentadas de la historia de la televisión en España: Los gozos y las sombras. Su trabajo fue admirable: arrogante, cruel y carismático. Cierta escena de extremada violencia con Charo López mantuvo pegados al televisor a millones de españoles en vilo. Mucho más plácido y amable fue su aparición en otra serie que marcó un hito como propuesta entrañable para todos los públicos: 'Farmacia de guardia'. Su química con la asturiana Concha Cuetos era incuestionable y eso se notaba en la pantalla. En el cine no tuvo tanto peso, aunque José Luis Garci le llamó para algunas de sus películas, siendo 'Luz de domingo' la que permitió verle de nuevo en plena forma con un papel de malvado sin fisuras que, de alguna manera, evocaba en la vejez a Cayetano Salgado, su memorable personaje de 'Los gozos'. Su último trabajo tuvo también rodaje asturiano: 'Los muertos no se tocan, nene'. Una película coral en la que encarnaba a uno de los personajes más divertidos, y que se convirtió en la prematura pero emotiva despedida alimentada del verbo afilado del gran Rafael Azcona de un seductor entusiasta por el que llegó a beber los vientos madrileños la mismísima Ava Gardner. Ahí queda eso.