Una de las festividades y romerías más antiguas y afamadas de Galicia, la de Santa Marta de Ribarteme, se celebró ayer en el municipio pontevedrés de As Neves ante un multitudinario público. Devotos, fieles, romeros y también algunos curiosos no quisieron perderse esta cita anual con una de las vírgenes más veneradas de la comunidad gallega.

La previsión de lluvia no se cumplió y con el cielo nublado y 26 grados de temperatura, tras el oficio de la misa solemne, salió la procesión en la que cuatro personas fueron metidas en ataúdes, además de otro féretro que fue cerrado y vacío, rogando la intervención milagrosa de la virgen, con el fin de sanar una enfermedad o como muestra de agradecimiento por algún favor que le se le haya rogado. Es esta la peculiaridad de esta fiesta que reúne a miles de devotos llegados de diversos puntos del mundo cada 29 de julio en la parroquia nevense de San José de Ribarteme.

El primer ataúd que salió portaba a Manuel Campo, que se ofrecía por su hija de 23 años para curar un problema cerebral del cual ya fue operado en diferentes ocasiones. "Llenos de hacer promesas y después de venir varios años aquí he decidido ofrecerme; ante una situación así se recurre a cualquier cosa", aseguraba Campo.

La fe y la devoción movía a gran parte de los allí presentes, pero otros se acercaron para observar perplejos algo que los forasteros calificaban de "increíble".